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Ha comido en mesas en que un hule hacía de mantel y en vajillas desportilladas. Fuera ya de la familia y durante las languideces de sus largos comienzos en la república de las letras, ha sufrido trabajos y hasta ayunado, más ávido entonces de libros que de bienestar, aunque llevando en mismo, oculto y comprimido, el sentido de las cosas bellas, delicadas y exquisitas.

El padre comía mientras tanto con ávido silencio, devorando lo mejor del plato, y sólo al beber las últimas gotas se fijaba en el chiquitín, pasándolo a sus rodillas. Le daba pequeños pedazos de queso en la punta de su navaja; reía contemplando sus gestos, la grotesca masticación de su boca, semejante a la de un viejo.

Siguió hablando, y á las pocas palabras se apagó la chispa alegre é irónica que danzaba en las pupilas de la Torrebianca. Sus ojos sólo expresaron un ávido interés, que fué creciendo por momentos. Moreno relató cómo Pirovani le había confiado toda su fortuna, nombrándole tutor de la hija única que tenía en Italia.

Una de ellas es Valeria, vestida con un lujo estrepitoso y ávido, como si quisiera resarcirse instantáneamente de sus años de modestia y privaciones. Empiezan á brillar, enrojecidos, los cristales del café, resaltando sobre la luz suave del atardecer. Una tras otra, se encienden las grandes lámparas del interior. Llegan hasta Miguel lamentos voluptuosos de violines.

Como sus trabajos administrativos sólo le ocupaban verdaderamente una vez por semana, pasaba el resto de ella leyendo en la casita de madera donde tenía su oficina. Era un lector ávido é incansable, capaz de tragarse una novela cada veinticuatro horas, y á veces dos.

Quizá hubiera sido difícil encontrar a alguien en la parroquia que no pensara que los fieles que frecuentaban la iglesia todos los domingos del calendario, manifestaban un deseo ávido de estar bien con el Cielo, y de obtener indebidamente una ventaja sobre sus vecinos, un deseo de ser mejores que el común de los mortales, implicando éste una cierta censura para las gentes que, habiendo tenido como ellos padrinos y madrinas, poseían derecho igual al servicio fúnebre.

Señora mía dijo el sacerdote con impaciente franqueza, ávido de aclarar las cosas . Yo no le traigo a usted noticias buenas ni malas de la persona por quien llora, ni qué persona es esa, ni en qué se funda usted para creer que yo... Dispénseme, Sr. D. Romualdo.

Un capitán con vagas noticias de una tierra nueva encontraba siempre un cura poseedor de ahorros, un escribano ávido, un hidalgo capaz de vender sus terruños, que se asociaban con él para la aventurera empresa, facilitando capitales con los que se adquirirían barcos, armas y víveres. El rey sólo daba su licencia, reservándose a cambio de ésta el quinto de las ganancias.

Pilar prefería el manantial intermitente que le proporcionaba las emociones de que era tan ávido su endeble organismo. Llegábase al manantial por un ameno sendero; ya desde el puente se cogía bella perspectiva.