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Zapiola es el último en volver su caballo, y recibe a poco trecho un balazo, y cayera en manos del enemigo si un soldado de granaderos a caballo no se desmonta y lo pusiera como una pluma sobre su montura, dándole a ésta con el sable para que más aprisa disparase.

, repuso sencillamente sufrimos un poco... ¡Ya ve! se rió Zapiola despidiéndose. Yo en lugar suyo volvería al salón. Me quedé solo. El pensamiento de Elena volvió otra vez; pero en medio de mi disgusto me acordaba a cada instante de la impresión que recibió Zapiola al ver por primera vez los ojos de María. Y yo no hacía sino recordarlos.

No crea en esas sacudidas me dijo Zapiola con aire tranquilo y serio. Casi nunca se sabe al principio lo que pasará o se hará después. Yo tengo en mi matrimonio una novela infinitamente más complicada que la suya; lo cual no obsta para que yo sea hoy el marido más feliz de la tierra. Oigala, porque a usted podrá serle de gran provecho.

El año 1818, en la tarde del 18 de marzo, el coronel Zapiola, jefe de la caballería del ejército chileno-argentino, quiso hacer ante los españoles una exhibición del poder de la caballería de los patriotas en una hermosa llanura que está de este lado de Talca. Eran seis mil hombres los que componían aquella brillante parada.

D. Olaguer Reinals, se dijo: Que se conformaba con el dictámen del Sr. Manuel de Reyes en el modo espuesto por los tres precedentes Señores. Por el Sr. D. Domingo Antonio Achaval, se dijo lo mismo. Por el Sr. Dr. D. Bonifacio Zapiola, se dijo lo mismo. Por el Sr. D. Lorenzo Machado, se dijo: Que se conformaba en todo con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, y que lo tenga decisivo el Sr.

D. Francisco Antonio de Belaustegui, vecino y del comercio; el Sr. D. José Antonio Capdevila, idem; el Sr. D. Marcelino Calleja Saenz, Escribano de Cámara de la Real Audiencia; el Sr. D. Gerardo Bosch, vecino y del comercio; el Sr. Dr. D. Bonifacio Zapiola, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. Dr. D. Domingo Viola, Presbitero; el Sr. Dr.

Zapiola me dijo entonces: Ya ve, amigo mío, como se puede ser feliz después de lo que le he contado. Y su caso... Espere un segundo. Y mientras me presentaba a su mujer: Le contaba a X cómo estuvimos nosotros a punto de no ser felices. La joven sonrió a su marido, y reconocí aquellos ojos sombríos de que él me había hablado, y que como todos los de ese carácter, al reir destellan felicidad.

¿Hay otra cosa? se sonrió con esfuerzo. , Zapiola te va a decir... ¡Vezzera! exclamé. ... Es decir, no el motivo suyo, sino el que yo le atribuía para no venir más aquí... ¿sabes por qué? Porque él cree que usted se va a enamorar de me adelanté, dirigiéndome a María. Ya antes de decir esto, vi bien claro la ridiculez en que iba a caer; pero tuve que hacerlo.

Después de las primeras semanas de romper con Elena, una noche no pude evitar asistir a un baile. Hallábame hacía largo rato sentado y aburrido en exceso, cuando Julio Zapiola, viéndome allí, vino a saludarme. Es un hombre joven, dotado de rara elegancia y virilidad de carácter. Lo había estimado muchos años atrás, y entonces volvía de Europa, después de larga ausencia.