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Cuando Materne, sus hijos y Rochart atravesaban el obscuro pasillo alumbrado por la luz de una linterna, oyeron a la izquierda un grito que les heló la sangre en las venas, y el leñador, medio muerto, exclamó: ¿Por qué me traéis aquí? No quiero, no... No consentiré que me hagan nada. Abre la puerta, Frantz dijo Materne con la frente cubierta de un sudor frío ; ¡abre pronto!

¡Paciencia! dijo el señor de Butrón. Pero ¿quién es ese individuo que ahí traéis? Un prisionero que acabo de hacer en la tienda real y que á juzgar por su ropaje y el escudo con las armas de Castilla bordado sobre el pecho espero sea el mismísimo rey Don Enrique. ¡El rey! exclamaron asombrados sus oyentes, rodeando al desconocido.

, excelentísimo señor. ¿Traéis con vos las diligencias que habéis practicado? , excelentísimo señor. Dádmelas. Tomad, excelentísimo señor. Guardad un profundo silencio acerca de lo que sabéis y no procedáis en justicia. Muy bien, excelentísimo señor. Podéis retiraros. Guárdeos Dios, excelentísimo señor. El alcalde salió. El duque se sentó en un sillón y quedó profundamente pensativo.

Perfectamente, amigo mío; podremos entendernos si traéis algo por delante.

Ya estaban las dueñas cerca de Sancho, cuando él, más blando y más persuadido, poniéndose bien en la silla, dio rostro y barba a la primera, la cual la hizo una mamona muy bien sellada, y luego una gran reverencia. ¡Menos cortesía; menos mudas, señora dueña -dijo Sancho-; que por Dios que traéis las manos oliendo a vinagrillo!

Al sentarse Quevedo se desembozó y dejó ver una línea de luz por un resquicio de su linterna. ¡Oh! ¡traéis linterna! dijo el joven. Nunca voy sin ella. ¿Me prometéis decirme el nombre de la dama, si os doy algo por lo que podáis venir en conocimiento? Os lo prometo dijo Quevedo. Pues bien, abrid la linterna y mirad.

"En teníades bien que hacer, y no haríades poco si me remediásedes", dije paso, que no me oyó; mas como no era tiempo de gastarlo en decir gracias, alumbrado por el Spíritu Santo, le dije: "Tio, una llave de este arca he perdido, y temo mi señor me azote. Por vuestra vida, veáis si en ésas que traéis hay alguna que le haga, que yo os lo pagaré."

Conque derechos a Inhiesta, y me traéis aquí al fugitivo; yo le tendré a buen recaudo los pocos días que restan hasta que comience el curso en el Seminario. Y, cuidado, Apolonio; nada de amonestaciones ni reprimendas. Eso me toca a . Andando, antes que los fugitivos tomen el tren que pasa mañana por Inhiesta. Partió la cuadrilla, como dispuso la duquesa. Llovía, llovía.

26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27 Y negó Pedro otra vez; y luego el gallo cantó. 29 Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado.

Gracias á mi buen Miguel que me he encontrado por ahí, no duermo, ni Dorotea estudia. Cuando habla Cervantes es necesario no vivir sino para escucharle. ¡Qué ingenio! se entiende, cuando no se trata del Pérsiles. Parece mentira que el tan discreto... pero vamos al asunto, y perdone mi buen amigo añadió Quevedo cerrando el libro y dejándolo sobre la cama , ¿traéis con vos á ese sujeto?