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2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: 3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron. 5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda;

Conocía las amenazas de Pimentó, el cual, apoyado por toda la huerta, juraba que aquel trigo no había de segarlo su sembrador, y Batiste casi olvidaba á sus hijos para pensar en sus campos, en el oleaje verde que crecía y crecía bajo los rayos del sol y había de convertirse en rubios montones de mies. El odio silencioso y reconcentrado le seguía en su camino.

¿Dónde esperar la muerte sin que me acosen con sus voces?... ¿En qué oscura cueva de lobo o de león iré a esconderme?... ¡No hallo paz en la vidaFui pastor de lobos y ahora mis ganados me comen ¡Engendré monstruos y estoy maldito! ¿Por qué de aquel vientre de mujer santa salieron demonios en vez de ángeles con alas? ¡Estaba maldito el sembrador! ¡Estaba maldita la simiente! ¡Muerte, no tardes! ¡Sácame de este pozo de sierpes y dame a tus gusanos!... ¡Que me coman tus hijos, pero no los míos! ¡Muerte, no tardes! ¡Dios, si por mis pecados no me quieres, deja que me arrebate Satanás!

A Juan Bautista 20 ducados por una danza de indios. A Pedro Montiel 400 rs. por un carro de «El Sembrador.» A Andrés del Castillo 32 ducados por un carro de «El Convite celestial.» A Bartolomé Romero 20 ducados por una danza de villanos de un desposorio. A Alonso de Capella 40 ducados por el carro de la Batalla de la muerte de los justos á la vida de los viciosos.

Por fin, una mañana salieron los arados; pero nada menos parecido al ruido de la vendimia que el triste y silencioso monólogo del labriego conduciendo los bueyes de labor y el gesto sempiterno del sembrador distribuyendo el grano en la tierra roturada. Trembles era una hermosa propiedad, de la cual Domingo sacaba una buena parte de su fortuna y que le hacía rico.

En este sentido moral y no cabe otro para apreciar un sembrador de ideales Agustín Álvarez fue idealista toda su vida, no adhiriendo jamás al materialismo de ninguna religión conocida" . Álvarez fue un maestro en el amplio sentido de la palabra. Su temperamento de educador y su vocación por la enseñanza se manifestó en múltiples formas. Puede decirse que fue en él una preocupación constante.

Yo había abierto la maleta y le iba entregando sacos de monedas, que él arrojaba a puñados sobre la multitud con ademán de sembrador... Abajo, a cada lluvia de metales resonaba un tumulto furioso; después, un lento suspiro de gula satisfecha; y luego, el silencio, la suspensión del que espera más. Más murmuraba ansiosamente Sa-Tó, volviéndose hacia .

Tan buena disposición de este pueblo para alistarse en el número de los cristianos, no fué tanto obra del P. Caballero, que el año antecedente les había predicado la ley de Dios, cuanto de la Virgen Santísima Nuestra Señora, que poco antes, con un insigne milagro, había dispuesto los corazones de aquellos bárbaros para que prendiese en ellos la semilla de la predicación Evangélica y rindiese fruto correspondiente á los sudores del sembrador.

Estudiémoslo y meditemos su obra de múltiples proyecciones sociales, fecunda y sobria en enseñanzas, que, en la recia urdimbre de su pensamiento, robusteceremos nuestro espíritu, en su vida austera hallaremos un modelo que imitar y en la cosecha del sembrador encontraremos la buena semilla todavía infecunda para esparcirla a todos los vientos, en la seguridad de que contribuiremos al mejoramiento moral, social y político de este pedazo de suelo en que nos toca actuar y vivir.

Era un invernáculo de supersticiones, a cargo y beneficio de un sembrador y cultivador oficial de los terrores ancestrales que marchitan la alegría de vivir en el niño y el buen humor en el adulto, para salvarles el alma. Particularmente de noche, todos los incidentes insólitos eran atribuidos a las potencias diabólicas.