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2 al cual asimismo dio Abraham la décima parte de todo, primeramente él se interpreta Rey de justicia; y luego también Rey de Salem, que es, Rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin linaje; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, mas hecho semejante al Hijo de Dios, se queda Sacerdote eternalmente.

No lo sentirán mucho las buenas gentes de Salem, pues aunque me he empeñado en llegar con mis tareas literarias á ser algo á los ojos de esos paisanos míos, y dejar una memoria grata de mi nombre en esa que ha sido cuna, morada y cementerio de tantos de mis antepasados, nunca encontré allí la atmósfera genial que requiere un hombre de letras para que se sazonen debidamente los frutos de su inteligencia.

El capítulo titulado "La Aduana," que sirve de introducción á la novela, destinado por Hawthorne á que formara una especie de contraste con el cuadro sombrío de la historia, gracias á la ligereza de las pinceladas y al buen humor que en él reinan, realizó perfectamente el fin apetecido; pero en la época en que se publicó, su inocente desenfado concitó contra el autor las iras de algunos de los ciudadanos de Salem, que creyeron verse retratados á lo vivo en los bosquejos de empleados de quienes ya nadie se acuerda.

Ocasiones semejantes pueden traer á la memoria de los ciudadanos ya entrados en años, el tiempo aquel antes de la última guerra con Inglaterra en que Salem era un puerto de importancia, y no desdeñado como lo es ahora por sus propios comerciantes y navieros, que permiten que sus muelles se destruyan, mientras sus transacciones mercantiles van á engrosar, innecesaria é imperceptiblemente, la poderosa corriente del comercio de Nueva York ó Boston.

Esta antigua ciudad de Salem, mi ciudad natal, y no obstante haber vivido mucho tiempo lejos de ella, tanto en mi infancia como más entrado en años, es, ó fué objeto de un cariño de parte mía de cuya intensidad jamás pude darme cuenta en las temporadas que en ella residí.

En el intermedio había publicado "El Sillón del Abuelo," para niños, y "Musgos de una antigua morada;" pero solo después de fijada su residencia en Salem, donde desempeñaba el empleo de Administrador de la Aduana de aquel puerto, fué cuando comenzó á experimentar la sensación, según manifestó él mismo á un amigo suyo, de "que una novela le bullía en el cerebro."

Y sin embargo, aunque más feliz indudablemente en cualquiera otra parte, allá en lo íntimo de mi sér existe un sentimiento respecto de la vieja ciudad de Salem, al que, por carecer de otra expresión mejor, me contentaré con llamarlo apego, y que acaso tiene su origen en las antiguas y profundas raíces que puede decirse ha echado mi familia en su suelo.

Ni debemos tampoco olvidar á los capitanes de las goletas que traen madera de las posesiones inglesas de la América del Norte; marinos de rudo aspecto, sin la viveza del yankee, pero que contribuyen con una suma no despreciable á mantener el decadente comercio de Salem.

"Ayer fué cuando vine á dar remate á mi libro, una parte del cual, el principio, se hallaba ya en prensa en Boston, mientras la otra, el final, aun yacía en las profundidades de mi cerebro, en esta ciudad de Salem; de modo que, como Vd. , la historia tiene por lo menos catorce millas de largo. ... Algunas partes están escritas con vigor; pero mis producciones nunca se han dirigido ni se dirigirán jamás á los sentimientos generales de la humanidad, y por lo tanto no serán nunca muy populares; y si bien hay personas que gustan mucho de mis escritos, hay otras á quienes les son completamente indiferentes y no encuentran en ellos nada digno de notarse.

Por consiguiente, el autor se ve obligado á reimprimir el bosquejo de introducción, sin alterar una palabra. SALEM, Marzo 30, 1850.