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Pero ninguna inteligencia me ha querido secundar; miedo ó afeminamiento he encontrado en las clases ilustradas, egoismo en las ricas, candidez en la juventud, ¡y solo en las montañas, en los destierros, en la clase miserable he encontrado á mis hombres! ¡Pero no importa! ¡si no podemos sacar una acabada estatua, pulida en todos sus detalles, del bloc grosero que desbastaremos se encargarán los que han de venir!

La madera, abundantísima y excelente, puesta allí por todas partes por la mano sabia de la Providencia, en compensacion de las nieves y los hielos que hacen tan frio el pais, es el elemento principal de la edificacion. Esbeltas y graciosas son efectivamente todas las casas; con sus lienzos de incrustaciones en madera, pulida y hábilmente trabajada, ofrecen un espectáculo tan nuevo como curioso.

Se oía entre las conversaciones de la calle el rumor de los árboles de los patios y el ruido de las limas y el martillo. ¡De toda aquella grandeza apenas quedan en el museo unos cuantos vasos de oro, unas piedras como yugo, de obsidiana pulida, y uno que otro anillo labrado! Tenochtitlán no existe. No existe Tulán, la ciudad de la gran feria. No existe Texcoco, el pueblo de los palacios.

Las pinturas que adornan sus paredes son toscas y desproporcionadas. Las alhajas de plata son muchas y grandes, aunque su obra es poco pulida, a excepción de alguna otra pieza. Los vasos sagrados son también muchos y de mejor obra, y algunos de ellos de oro; igualmente los ornamentos son muchos, ricos y costosos.

Cortado en su paso por una roca pulida que se levanta en medio de sus cascaditas, los vemos saltar por todas partes; unos bastante fuertes para arrastrar las piedras y otros tan débiles que apenas pueden descubrir las raíces del césped.

Entonces, el señor Durand, el-calafate de a bordo, se aproximó, tomó el pulso al paciente; después, ensayando una mueca, se encogió de hombros e hizo un signo significativo a maestro Zeli. El gratel funcionó de nuevo, pero su sonido ya no era seco y restallante como cuando caía sobre una piel lisa y pulida, sino sordo y mate como el ruido de una cuerda que golpease una boya.

Una botella cerrada, un simple tapón flotante, bastarían para sostener todo su cuerpo. Lo esencial era encontrar donde agarrarse. Y de pronto su mano derecha sintió el duro contacto de una madera pulida y firme. Se cogió á ella con la crispación del que va á morir; la oprimió como si pretendiese incrustar sus dedos en la venosa y compacta superficie.

Las calles, estrechas y rectas como las de todas las ciudades americanas, por lo demás; las casas bajas y de tejas, con aquellos balcones de madera que aún se ven en nuestra Córdoba, salientes, como excrecencias del muro, pero muchos labrados primorosamente, como los de la casa solariega de los marqueses de Torretagle, en Lima; las puertas, enormes, de madera tosca, cerradas por adentro en virtud de un mecanismo, en el que, una piedra atada al extremo de una cuerda, hace el primer papel; el pavimento de las calles, de piedra no pulida, y por fin, el arroyo que corre por el centro, que viene de la montaña y cruza la ciudad con su eterno ruido monótono, triste y adormecedor.

La señora Rita entró a encender un velón de aceite, pues la estancia ya estaba casi en tinieblas; después extendió el mantel para la cena sobre una mesa de castaño, negra y pulida por los años de uso. Al poco rato vino con una cazuela humeante, que depositó sobre la mesa, diciendo: La cena en la mesa. ¡Santa palabra! exclamó el cura levantándose.

Perlita, á quien agradó la resplandeciente armadura tanto como el brillante frontispicio de la casa, se entretuvo algún tiempo mirando la pulida superficie de la coraza que resplandecía como si fuera un espejo. ¡Madre! gritó, madre, te veo aquí. ¡Mira! ¡mira!