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Estas entidades debieran renovar cada temporada los temas periodísticos de San Sebastián, a fin de que ningún corresponsal permaneciera aquí ocioso. Más que de dinero se trata de organización. Con seis temas inéditos por temporada, San Sebastián podría ir tirando todavía. ¡Hagan juego, señores...!

Fijaba la vista en sus labios: las cerezas no eran tan rojas ni tan frescas: la llevaba más tarde á su cuello, y aquella línea blanca ondulante donde su negra cabellera se deshacía gradualmente en vello finísimo como una armonía fugitiva que se pierde en el espacio, le parecía un sueño más que una verdad tangible. «¡Qué hermosa! ¡qué hermosamurmuraba con la unción de un místico que dice sus preces. ¡Y eso que aún faltan los ojos, las dos lámparas maravillosas, como yo los llamo!... De buena gana se hubiese prosternado y permaneciera así velando su sueño.

Y como la joven permaneciera muda, enloquecida por aquella situación nueva que había creado la confesión de Juan, éste añadió, interpretando mal su silencio: ¡Pero míreme por favor, vea cuánto sufro! ¿No merezco su piedad? ¡Ah, tenga piedad! ¡Piedad, solamente! Involuntariamente, ella volvió hacia él su cabeza recostada sobre un almohadón.

Vivía en París como en una hospedería: era posible que permaneciera mucho tiempo en ella, y hasta que en ella muriese; pero siempre me consideraría huésped y estaría como de paso.

Dejando, sin embargo, que ese misterio se resolviese por mismo, ó permaneciera eternamente sin resolverse, continuó su labor con empeño y entusiasmo. Y así se pasó la noche hasta que apareció la mañana, arrojando un rayo dorado en el estudio, donde sorprendió al ministro, pluma en mano, con innumerables páginas escritas y esparcidas por donde quiera.

Todos la quieren mucho a la señorita, que es hoy nuestra joven ama. Es muy buena con todos los sirvientes. Luego, como yo permaneciera silencioso, colocó preparada sobre la mesa mi luz, me hizo un saludo y diome las buenas noches.

Si la Tierra permaneciera en la posición T, conservando el movimiento sobre su eje, se verían siempre, desde uno ú otro de los hemisferios de nuestro planeta las mismas estrellas y las mismas regiones del cielo. Una estrella dada saldría, pasaría por el meridiano, y se pondría uniformemente á las mismas horas, en la sucesión de las noches.

En cuanto se levantó del asiento, le perdí el respeto que le había tenido mientras permaneciera sentado. En esta posición, y no mirándole a las piernas, lo infundía realmente por sus bigotes, por su corpulencia, y sobre todo por su extraordinario vozarrón, que atronaba los oídos. Mas en cuanto ponía los pies en el suelo, volvía a ser el enano ridículo que me había excitado la risa al entrar.