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Vamos a fundar colonias parisienses en la llanura de Passy, en la llanura de Monceau, en los barrios que antes no eran absolutamente París, y que aun hoy no lo son del todo. Entre estas colonias extranjeras, la más numerosa, la más rica, la más brillante, es la colonia americana. Llega un momento en que el americano se siente bastante rico; el francés, jamás tiene bastante.

Era Jaurés, su amigo Jaurés, que antes de ir á la Cámara daba un paseo hasta el Arco desde su casa de Passy. Le gustaba situarse donde nos hallamos en este momento. Contemplaba las avenidas, los jardines lejanos, todo el París que se ofrece á la admiración desde esta altura. Y me decía conmovido: «Esto es magnífico.

En el embarcadero de la calle de San Lázaro encontrará de cuarto en cuarto de hora trenes que le conducirán á Asnières, Ville d'Avray, Sevres, Versailles, San Cloud, San Germain, por precios sumamente cómodos. En la misma estacion de la calle de San Lázaro hay una línea férrea para visitar Passy y Auteuil, pasando por Batignoles, Courcelles, Porte Maillot y Bois de Boulogne.

Al bajar del ómnibus, mi mujer y yo nos cruzamos algunas palabras: una de las señoras que esperaban sin duda algun amigo ó algun pariente, se acercó á nosotros y nos preguntó con el mayor afecto si eramos españoles. Es de Zaragoza, hace cuarenta años que vive en Francia, se llama doña Antonia, está casada con M. Houzé y vive en Passy, calle Mayor, núm. 38.

Estará aquí el tiempo que exige la ley, y luego, esa señorita que es su heredera la trasladará al panteón del cementerio de Passy, donde está enterrada su madre. Duda un poco examinando los montículos, y al fin se detiene ante uno de ellos, quitándose el sombrero. Aquí es.

Parecen aquellos que no valen menos ni más que el premio ó la mencion; no parecen más mercancías que las que convienen al negocio. Al volver una tarde de Passy, tomamos un coche cerca de las barreras del arco del Triunfo; era de dos asientos, y un amigo que nos acompañaba tuvo la bondad de subirse al pescante, mientras que mi mujer y yo ocupábamos el interior del carruaje.

Una mañana, Virginia Déjazet fué á conocer á Béranger á su retiro de Passy. Allí, cuidando las flores de su jardín, estaba el buen viejo, á quien el público tornadizo casi había olvidado. A su alrededor, los árboles, donde susurraba la suave brisa mañanera, esparcían sombra grata.

Mariana se encontraba ya en París cuando el matrimonio de Beatriz, e historiaba a sus adorables amiguitas aquella ceremonia. Efectuóse en la iglesia de Passy, y Beatriz había querido que fuera muy sencilla a causa de su luto y de las pasadas desgracias de familia: además, hubo poca gente a causa de la estación, mediado de octubre, en que todo el mundo elegante está aún fuera de la gran ciudad.