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La naturaleza, pródiga con Urbási, la adornó de todos sus primores y prestó a su alma y a su cuerpo gentileza tal que bien pudiera creerse que cuantos son los númenes que pueblan y dirigen los tres mundos, acudieron en la hora del nacimiento de ella otorgándole cada uno el don más precioso y la más alta virtud de que dispone.

Crishna, vencedor y libertador ya, aparecía precedido de Kureva y de Lakshmi, númenes de la opulencia, y de Karnala y Smara, númenes del amor. Sobre su pecho resplandecía el conquistado Samantaka, talismán de todas las venturas. Y Crishna iba difundiéndolas a su paso por donde quiera; y no había corazón de mujer, mortal o diosa, que al contemplarle no ardiese en amoroso fuego.

Siguieron pasando días sin que nada interrumpiese la monotonía de aquella larga navegación. La Providencia, el destino, los genios o los númenes que gobiernan el viento y las olas, o la misma estrella de Morsamor, según cada uno quisiera explicárselo, dispusieron las cosas de manera que la nueva Argo no halló en su camino tierra alguna donde pararse.

Ya te lo he dicho mil veces: por el principio vital, que gobierna mis sentidos, no valgo más que un perro; por el alma racional me quedo por bajo de las divinidades olímpicas; mas por la inteligencia especulativa e intuitiva, llego al Uno y dejo muy detrás de a los ángeles, a los demonios, a los genios y a los númenes.

Todo ello entendido á la letra, podrá ser ilusión ó sueño vano; pero, como figura, expresa enérgicamente la virtud taumatúrgica de la fe que tienen los hombres en el genio superior y en los altos destinos del pueblo á que pertenecen: fe dominadora de los númenes, que los evoca, los atrae y se los gana para aliados y para amigos.

Y si no engaña el amor propio, si en realidad tenemos ese superior entendimiento, y no llegan las circunstancias favorables en que se muestre, lo mejor es callarse, resignarse y vivir como viven los hombres menos despejados, sin presumir de genios, sino trabajando humildemente para ganarse la vida, tratando de igual a igual con los seres vulgares, y reservando el superior entendimiento para hablar con Dios o con seres sobrenaturales, o para conversación interior con uno mismo, si no cree en nada el semigenio, o si, a pesar de su categoría mental, no se dignan los ángeles ni los númenes bajar del cielo o del Olimpo a fin de tener con él un rato de palique.

Si quiero elevarme a la inteligencia y a la causa soberanas, a través de todas las manifestaciones corpóreas de su omnipotencia, tengo primero que subir por mil grados hasta llegar a dichos númenes, y aun después, desde los númenes hasta el manantial inexhausto de lo celeste y terrenal, del espíritu y la naturaleza, hay una peregrinación harto penosa.

PROCLO. Hace ya años que mi alma no tiene caprichos. Es mandato de un numen. MARINO. ¿Puedo saber de cuál? PROCLO. De Venus Urania. MARINO. ¿La evocaste? PROCLO. No la evoqué. Ya sabes que en el día rara vez me tomo el trabajo de evocar a los númenes. Ellos mismos bajan del Olimpo y vienen a verme, enamorados de mi afable trato.

Cuando esto ocurre, la magia blanca o rajah yoga que nosotros aprendemos y transmitimos, se malea y se tuerce, y convertida en hatha yoga o magia negra, suele hacer mil estragos como si fuese obra de los númenes infernales.

Sobre todos los númenes te elevas cual Dios único. ¡Oh custodia y faro de la verdad! ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?».