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El que no haya estado en Filipinas, quizás creerá exagerado esto de los brillantes en una india habitante poco menos que de la selva; el que haya estado y recuerde las procesiones y catapúsanes de los pueblos y evoque en su memoria los trajes de las dalagas, sabrá que no tiene nada de extraño el hallar en bajais de caña y cogon riquísimos brillantes y preciadas perlas de Joló.

Recordé cosas y sucesos pasados; evoqué memorias dolorosas de la niñez, pesares y amarguras infantiles; los tristes días de colegio, las melancolías del primer amor. Uno a uno desfilaron delante de parientes cariñosos, fieles servidores, amigos nunca olvidados.

Y cuando del diálogo que tiene el sesgo de la frase hablada, el novelista pasa a describir y eleva la forma, pone en ello gradaciones tan armónicas que la transmisión se efectúa insensiblemente. Y ora evoque el despertar de la ciudad o los vastos panoramas agrestes o los cuadros de costumbres camperas, siempre ajusta a su naturaleza el estilo.

, con los sueños del poeta á la region del infinito, sombra de mujer vislumbrada en un rayo de luna, murmurada por las flexibles ramas de los cañaverales... ¡Feliz la que muere llorada, la que deja en el corazon del que la ama una pura vision, un santo recuerdo, no manchado por mezquinas pasiones que fermentan con los años! ¡, nosotros te recordaremos! ¡En el aire puro de nuestra patria, bajo su cielo azul, sobre las ondas del lago que aprisionan montanas de zafiro y orillas de esmeralda; en sus cristalinos arroyos que sombrean las cañas, bordan las flores y animan las libélulas y mariposas con su vuelo incierto y caprichoso como si jugasen con el aire; en el silencio de nuestros bosques, en el canto de nuestros arroyos, en la lluvia de brillantes de nuestras cascadas, á la luz resplandeciente de nuestra luna, en los suspiros de la brisa de la noche, en todo en fin que evoque la imágen de lo amado, te hemos de ver eternamente como te hemos soñado, bella, hermosa, sonriente como la esperanza, pura como la luz, y sin embargo, triste y melancólica contemplando nuestras miserias!

PROCLO. Hace ya años que mi alma no tiene caprichos. Es mandato de un numen. MARINO. ¿Puedo saber de cuál? PROCLO. De Venus Urania. MARINO. ¿La evocaste? PROCLO. No la evoqué. Ya sabes que en el día rara vez me tomo el trabajo de evocar a los númenes. Ellos mismos bajan del Olimpo y vienen a verme, enamorados de mi afable trato.

Al hablar de Filipinas es imposible dejar de ocuparse de las órdenes monásticas: van tan íntimamente unidas con la historia y vicisitudes por que ha pasado el Archipiélago, que donde quiera se relate un suceso, donde quiera se evoque un recuerdo, donde quiera se contemple una obra, allí está la mano, la inteligencia ó la actividad del fraile.

La ancha y reluciente estela del vapor me hizo meditar en la historia de la ciencia y del heroismo, y evoqué con recogimiento y veneracion la memoria de Vasco de Gama, de Colon, de Balboa, de Magallanes, de Cortés, de Pizarro, de Lapérouse y de Cook, cuya fe y abnegacion han hecho avanzar el mundo en la carrera perdurable de la civilizacion!

AUTOR. De eso no tiene V. que convencerme. Yo creo en la inmortalidad de las almas. Lo que se me hace duro de creer es que ni V. ni nadie las evoque.

Vino entonces mi casamiento, tan lleno de esperanzas para . Me creí reconciliado con el amor del terruño y con la paz de mi valle; restauré esta casa, soñando vivir siempre en ella en idílicos goces; evoqué la visión de unos hijos robustos y de una patriarcal vejez...: ¡sueño fué todo! Desperté de él con la esposa muerta entre los brazos.

El 25 de marzo, ya en vísperas de viaje, en el pórtico del gran deber, le escribió a su amigo, el dominicano y poeta y escritor, Federico Henríquez Carvajal, una carta que alguien ha llamado su testamento político, y de la cual vienen a mi mente estos conceptos que debía grabar todo cubano en lo más puro y bueno de sus entrañas: «Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar.