United States or British Indian Ocean Territory ? Vote for the TOP Country of the Week !


El amo hizo una seña, y se fué el criado. Otra vez se miráron á la cara los convidados, y creció el asombro. Arrimándose luego el tercer criado á otro extrangero, le dixo: Señor, créame Vuestra Magestad, que no se debe detener mas aquí; yo voy á disponerlo todo, y desapareció. Entónces no dudáron Candido ni Martin de que era mogiganga de carnaval.

El lavar la cara, el disfrazarlo todo, el dar á todo un contorno exterior que agrade á los sentidos, la mogiganga parisiense, el inexorable palaustre, ha entrado aquí hasta en la cocina, como dije en otro lugar.

Era la tal persona ni alta ni baja, airosa, aunque parecía pretender apariencias de desgarbo y desmayo, y más años de los que pesaban sobre sus huesos; era su traje negro de tercianela, con botones dorados en la ropilla, gorguera larga de puntas lacias, peluca rubia de guedejas desmadejadas, pañizuelo blanco y rosario con medallas pendientes de la pretina, medias calzas negras, zapatos con grandes lazos, y gorra asimismo de tercianela; un rodrigón, en fin, en el traje, pero sólo en la apariencia, que quería ser de viejo, sin conseguirlo; que el vigor de la juventud se patentiza a mismo, por mucho que quiera encubrírsele, y no eran aquellas redondas, carnosas, finas y bien contornadas piernas de sexagenario, ni aquellos pies diminutos, a despecho de los gruesos zapatones; ni casaban bien con aquella frente despejada, serena y tersa, las descomunales narices bermejas y ásperas que bajo ella nacían: a disfraz trascendía todo el pergeño del rodrigón, y por mujer bella y joven, que para algo que la importaba habíase disfrazado, túvola Cervantes; y como ella creciese en la atención con que le miraba, pasando sus ojos de él a Margarita y de Margarita a él, en más cuidado se puso, y acabó por convencerse de que el fingido rodrigón no era otra cosa que una muy apuesta y gentil moza, que en vano con todos aquellos trebejos y nariz postiza había cargado, y antojósele que tal vez aquello tenía que ver algo, y aun mucho, con su adorada doña Guiomar; y no se engañaba, porque el rodrigón fingido no era sino Florela, que con las ropas del rodrigón García había procurado encubrirse, añadiendo unas narices de pasta que en otro tiempo había usado ella para una mogiganga, y que había guardado.

Cierto que no hay en libros ni papeles antiguos, hasta hoy descubiertos, mención de ningún cómico de tal nombre, pero también lo es que un copiante pudo llamar bufón a quien no lo fuese: para un escribiente palaciego poca diferencia habría entre un farsante y un bufón: además, todos los bufones que pintó Velázquez eran enanos ridículos, seres grotescos, y están vestidos de mamarracho o con lujo impropio a su condición; en tanto que Pablillos ni es deforme ni lleva ropas de mogiganga o superiores a su clase; sino que antes al contrario, es de gallarda presenscia, bien proporcionado de miembros y va vestido seriamente, como persona y no como hazme reír.