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Dejó atrás el pueblo, y según avanzaba Batiste hacia su barraca marcábase cada vez más la hostilidad. La gente tropezaba con él en las sendas sin darle las buenas noches.

Había que ocuparse ahora de los pies, y despojó al lidiador de sus calcetines, dejándole sin más ropas que una camiseta y unos calzones de punto de seda. La recia musculatura de Gallardo marcábase bajo estas ropas con vigorosas hinchazones. Una oquedad en un muslo delataba la profunda cicatriz, la carne desaparecida bajo una cornada.

Pronto lo alcanzaría éste; el viento era escaso; de vez en cuando una ráfaga; luego la calma ecuatorial, densa, anonadadora, que parecía gravitar sobre el Océano, conmovido apenas por ligeros estremecimientos. Marcábase de pronto sobre este mar luminoso un gran redondel negro.

La muchacha, que había vendado su herida, que había visto desnudo su pecho robusto, perforado por aquel rasguño de labios violáceos, no osaba ahora, que le veía de pie, ofrecerle su brazo cuando paseaba vacilante, apoyándose en un bastón. Entre los dos marcábase un ancho espacio, como si sus cuerpos se repeliesen instintivamente; pero los ojos se buscaban, acariciándose con timidez.

A la entrada de la ría, el alto puente de Vizcaya marcábase como un arco triunfal de negro encaje. La cantina ocupaba el piso bajo, amontonándose en ella los más diversos objetos y comestibles, unos en estantes y tras sucios cristales, otros pendientes del techo... Allí estaban almacenados todos los víveres, por cuya conquista dejaban los hombres pedazos de su vida en el fondo de las canteras.

Marcábase en la ancha calle de Bravo Murillo la interminable hilera de postes eléctricos: una fila de cruces blancas flanqueadas de arbolillos, y en el fondo, sumido en una hondonada, Madrid envuelto en la bruma del despertar, con los tejados a ras del suelo y sobre ellos la roja torre de Santa Cruz con su blanca corona.

Entre esta oleada de blanca espuma, pasaban llevadas en andas las reliquias en sus ricas urnas, las imágenes de plata con una ventana en el pecho, tras cuyo vidrio marcábase confusamente el cráneo del bienaventurado. Luego volvía a reanudarse la parte teatral de la solemnidad.