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Morsamor se sentía también más a gusto que en tierra, lleno de esperanzas y forjando en su mente los más audaces y ambiciosos planes. En cuanto a Tiburcio eran de maravillar sus conocimientos náuticos, su alegre humor y su útil actividad a bordo. Por la traza seguía pareciendo mancebo de menos de veinte años, mas por las acciones podría suponérsele viejo y experimentado navegante.

Y no es de maravillar que no sepamos más de lo que habemos dicho, porque mi compañero y yo no ha más de dos días que los acompañamos; porque, habiéndolos encontrado en el camino, nos rogaron y persuadieron que viniésemos con ellos hasta el Andalucía, ofreciéndose a pagárnoslo muy bien. ¿Y habéis oído nombrar a alguno dellos? -preguntó el cura.

Aquellas novelas también estuvieron de moda, también entusiasmaron a un público ilustradísimo, donde figuraban filósofos, ilustres pensadores y egregios personajes del gran siglo de Luis XIV, y sin embargo, pasaron de moda. No es de maravillar, por consiguiente, que pasen también de moda las novelas del día.

Como quiera que ello fuese, al menos durante los tres primeros años, según ya queda dicho siempre fue de maravillar o la virtud de Rafaela o su prudencia sigilosa. A pesar de la jactancia de muchos hombres que gustan de hacer creer que son favorecidos, ninguna acusación terminante hubo contra Rafaela.

Todavía es de maravillar cómo los individuos que a ella pertenecen no están más enclenques y decaídos, mereciendo el apodo de D. Pereciendo o de D. Líquido con que suele motejarlos la baja plebe. El gallardo tipo del torero debe estimularlos con emulación. Bien lo da a entender el poeta cuando dice en elogio del insigne Pedro Romero: Das a las tiernas damas mil cuidados, y envidia a sus amantes.

No es de maravillar ese cariño dijo don Diego, porque el joven posee extraordinarios atractivos, se gana la voluntad de las personas a quien trata, aunque sean muy adustas, y si a él le roban toma represalias terribles, y, según parece, roba los corazones, y los trastorna y los hechiza por tal arte, que les hace olvidar los más sagrados deberes y el conveniente decoro.

En medio de tantas dificultades no es de maravillar que hayan sido tantos los dictámenes que tengo noticia ha habido y hay sobre el gobierno de estos pueblos, y que nada se haya resuelto por la Superioridad hasta ahora.

No puedes figurarte cuánto me complací yo refiriendo y cuánto se deleitó D. Pepito oyéndome referir, a vista de las Canarias, todo lo que aconteció a Rinaldo en los jardines de Armida y el regalo, la elegancia y el cariño con que en ellos le recibió y le agasajó aquella voluptuosa maga. Con tales pláticas no es de maravillar que cada día fuese yo cobrando más afición a D. Pepito.

-Eso no es de maravillar -dijo don Quijote-, porque muchos teólogos hay que no son buenos para el púlpito, y son bonísimos para conocer las faltas o sobras de los que predican.

No es de maravillar, por lo tanto, suponiendo a Jehuda ben Leví tan sobrenaturalmente favorecido y amado, que Heine le proclame rey del reino del pensamiento y rey, por la gracia de Dios, inviolable e irresponsable. A nadie sino a Dios tiene que dar cuenta. El pueblo, dice Heine, podrá matarnos, pero no puede juzgarnos nunca.