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Comedia Pródiga. Impresa en Sevilla, en casa de Martín de Montesdoca: acabóse á diez días de diciembre, año de 1554. El mismo, de quien ya hemos hablado, como editor de Lope de Rueda y de Alonso de la Vega. Fué librero en Valencia, y vivía aún á fines del siglo XVI ó á principios del XVII, aunque ya muy anciano. Las ediciones de sus comedias son: Comedia llamada Cornelia. Comedia de los Menecmos.

Papá ha dicho en broma que el Conde es mi librero. »Ahora que es mi librero: me ha pedido permiso para colocar el escudo de la casa Albizzoni sobre su librería, y yo se lo he acordado. ¡Cómo se ha reído! »¡Me gusta tanto ver reír a papá y a su amigo! En las personas que ordinariamente son serias, la risa tiene otro valor, no alegra tanto cuanto enternece.

Los párrafos que aludían al 21 de Enero y a la muerte de Luis XVI, parecieron un insulto al duque de Orleans, y no cómo, pero es el caso que este príncipe tuvo conocimiento de lo sucedido por el librero, sin duda, antes de que fuesen publicados, e hizo escribir una carta a mi hijo por nuestro pariente M. Henrion de Pansey, presidente de su consejo.

Y como el librero quedara indeciso, cual si no le comprendiese, el torero afirmó enérgicamente: Libros, ¿me entiende usté?... Libros de los más grandes; y si no le paece mal, que tengan doraos. Gallardo estaba satisfecho del aspecto de su biblioteca.

Ninguna utilidad producía al poeta la impresión de sus obras, puesto que perdía sus derechos de propiedad al venderla para el teatro, según consta claramente de los tomos VII y VIII de las comedias de Lope, á los cuales precede un privilegio en favor del librero Francisco de Ávila, para la impresión de 24 piezas que había comprado á los directores de teatro . Tal es, sin duda, la causa de que la mayor parte de los poetas españoles no se hayan cuidado de publicar sus obras dramáticas, juntamente con la opinión dominante en aquella época, de que los dramas se escribían para la escena, no para leerlos.

Para que doña Inés se entretuviese en su soledad o en compañía de Juanita la Larga, dio don Andrés a Serafina dos bellísimos libros devotos que acababan de reimprimirse en Madrid, y que el librero Fe le enviaba, sabedor de las inclinaciones ascéticas y místicas de la señora principal de Villalegre.

Y por si esto no fuera bastante, un librero ha puesto sus estantes de libros profanos a lo largo de una de sus paredes, y unos hombres rápidos, que llevan una escalera al hombro, vienen todos los días y pegan en sus muros tristes grandes carteles blancos, azules, rojos. ¡No la dejan tranquila!

Malebranche se ocupaba en el estudio de las lenguas y de la historia, y no daba muestras de ninguna disposicion muy aventajada, cuando acertó á entrar en la tienda de un librero, donde le cayó en manos el Tratado del hombre de Descártes. Causóle tanta impresion aquella lectura, que se cuenta haber tenido que interrumpirla mas de una vez para calmar los fuertes latidos de su corazon.

A poco se nos agregó un hermano del poeta Pombo, librero de Bogotá, amateur botánico, que saludaba por su nombre, como antiguos conocidos, a los yuyos del camino. Iba a Chimbe, no a qué. Costábale trabajo seguirnos, porque nuestras mulitas devoraban la ruta. Con su paso igual y parejo, bajaban, subían, avanzando siempre con una rapidez que me asombraba.

Juan Pérez de Montalbán era hijo de un librero de Madrid, en donde nació en el año de 1602 . Parece que, desde su juventud, fué particularmente favorecido por Lope de Vega, y que vivía en el seno de su familia como si en realidad perteneciese á ella.