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Era paciente, una verdadera mártir; pero se abstenía de rezar por sus enemigos, por temor de que, á despecho de sus buenas intenciones, las palabras con que implorase la bendición para ellos se convirtiesen irremediablemente en una maldición. Continuamente, y de mil maneras, experimentaba los innumerables tormentos que para ella había ideado la sentencia imperecedera del tribunal puritano.

Este disgusto no quedará aquí: sentiré sus consecuencias más adelante... ¿Qué voy á hacer? ¿Qué me aconsejas? ¡Por tu vida, dímelo! Y suplicaba con acento desesperado, tendiendo sus manos, como un ciego que no osase moverse é implorase un guía. ¿Qué quieres que te aconseje? dijo el médico. Lo que yo te puedo decir, te lo diría cualquiera. ¿Piensas buscar á esa mujer?...

Ella abandonaba su cabeza en uno de sus hombros, se apelotonaba, como si implorase su dominación; pero siempre al aire libre. Apenas intentaba carruaje, madama le repelía vigorosamente. Una dualidad contradictoria parecía inspirar sus actos. Todas las mañanas despertaba dispuesta al vencimiento final.

Al escuchar su respuesta creyó que algo acababa de pasar ante el sol, velando momentáneamente su luz. Fué como una nube que se deslizaba sobre la tierra y sobre su pensamiento esparciendo una sensación de frío. A él también le quiero. Lo dijo mirándole como si implorase su perdón, con la sinceridad dolorosa de un alma que ha reñido con la mentira y llora al adivinar los daños que causa.

Ignacio Artegui, madame de Miranda, españoles declaró Artegui. Si el señor tuviese una tarjeta osó decir la hostelera. Artegui entregó el pedazo de cartulina, y la fondista se deshizo en cortesías y cumplimientos, cual si implorase perdón por aquella fórmula.

¡Mamá! ¡Mamá!... Un coro de voces infantiles estallaba en el interior de la casa, como si implorase socorro. ¡Callad, demonios! Dejadme en paz. Es imposible tener un rato de tranquilidad en esta casa. Y después de imponer silencio con voz amenazante, Eva reanudaba el curso de sus meditaciones.

Padecia Córdoba una gran peste, de la cual moria innumerable gente: el obispo D. Pascual, fiel á su ministerio de pastor, previniendo con su vigilancia y celo todos los remedios corporales y espirituales para librar á su grey del tremendo contagio, habia mandado que se implorase la clemencia divina con contínuas rogativas, y no cesaba de clamar á María Santísima para que su pueblo esperimentase el saludable efecto de su maternal intercesion.

¡! dijo con voz gozosa . Bien sabía que estabas aquí, á pesar de que estos hombres aseguraban lo contrario... Me lo decía el corazón... ¡Buenos días, Ulises! Caragòl volvió los ojos hacia el sitio donde adivinaba la presencia del segundo, como si implorase su perdón.