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Los testigos honorables esperaban que el presidente terminase su pregunta y respondían sin apresurarse, de una manera detallada. El acusado, un joven con un cuello postizo muy alto, se acariciaba el bigotito y tenía los ojos bajos. Estaba preso por distracción de fondos y operaciones financieras sucias.

El viaje, de esta manera, duraba en general tres meses, al fin de los cuales el paciente llegaba a Honda; con treinta libras menos de peso, hecho pedazos por los mosquitos, hambriento y paralizado por la inmovilidad de una postura de ídolo azteca. El general Zárraga, uno de los ancianos más honorables que he conocido, y padre del Dr.

Esa era la determinación más desesperada, después del suicidio, ante los ojos de las familias honorables. ¡No!

Sin embargo ¿se ocupa usted aún de negocios? Amigable y oficiosamente, , señor marqués. Algunas familias honorables y considerables cuya confianza he tenido la dicha de obtener, durante una práctica de cuarenta y cinco años, reclaman aún, especialmente en circunstancias delicadas, los consejos de mi experiencia, y creo poder agregar que rara vez se arrepienten de haberlos seguido.

Había llenado los blancos con sus nombres y cualidades, y al pie figuraban las firmas de dos habitantes de la rue de la Pompe: un tabernero y un amigo de la portera. El comisario de policía del distrito garantizaba con rúbrica y sello la responsabilidad de estos honorables testigos.

Era realmente una aparición de esa vida oculta y situada como un pasaje obscuro tras de una fachada adornada con elegancia que recibe la luz del sol y las miradas de los honorables visitantes. Era su propia hija en los brazos de Silas Marner. Tal fue su impresión inmediata e indudable, bien que no hubiera visto a su hija desde hacía varios meses.

»Una odiosa conspiración ha robado a Francia uno de sus oficiales más honorables y más experimentados: a usted, señora, un marido, del cual todos habíamos podido apreciar la bondad y la dulzura; a nosotros un jefe, o mejor dicho, un compañero, que tenía a honor descargarnos del peso del servicio, reservándose la parte más pesada.

Fíjate bien, ¡ilustrar el nombre de mi padre! «Ya debía saber ha añadido que la nobleza de mi familia, por parte de mi padre, no respondía del todo al brillo de mi fortuna; y si la fortuna tiene alguna ventaja, ¿no es, sobre todo, la de favorecer uniones honorables que dan relieve al esplendor de nuestros propios títulos y los transmiten aún más gloriosos a nuestros hijos?» Y luego me ha hecho comprender modestamente que era una combinación de este género, a la que debía yo tener la madre que tenía. ¡Y yo que creí deberla a la naturaleza y al amor! ¿Cómo te lo diré?

Jamás se comprometen en nada, y es difícil que la policía los descubra. Adoptan todo el aire de gentes honradas, trabajan, tienen oficio, profesión o industria conocida: son sirvientes, mozos de hotel, changadores, comerciantes, rentistas y hasta pueden inspirar confianza y ser honorables, mientras no haya posibilidad de tirar la piedra y esconder la mano.

De esta familia en que todos, desde un siglo hasta entonces, habían sido honorables, sólo quedaba un niño arrodillado sobre una tumba, y que prometía también ser lo que había sido su abuelo, lo que había sido su padre: trabajador y bueno.