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También solía equivocarse al sentar una partida, y cuando firmaba la correspondencia, daba a los rasgos de la tradicional rúbrica de la casa una amplitud de trazo verdaderamente grandiosa, terminando el rasgo final hacia arriba como una invocación de gratitud dirigida al Cielo.

Somos hombres, estamos sellados por la naturaleza como reyes de la creación y nuestros actos deben responder a esta sagrada rúbrica. ¿Queréis por una triste y mentida susceptibilidad arrancaros de la cabeza la corona insignia de vuestra majestad, despojaros del manto de púrpura que señala vuestra grandeza? ¿Queréis que habiendo nacido hombres envidiemos la condición de las fieras?

Contempló satisfecho su obra, y luego, con gran ligereza, echó una rúbrica que parecía el dibujo de un puñal. Se echó a reír como un bruto, dejando el papel sobre la mesa.

Después de mucho y mucho puntear y rasguear, rompió con chillona voz el canto: A Pepa la gitani... i... i... Aquel iiii no se acababa nunca, daba vueltas para arriba y para abajo como una rúbrica trazada con el sonido. Ya les faltaba el aliento a los oyentes cuando el ciego se determinó a posarse en el final de la frase: lla-cuando la parió su madre...

Después de un modesto reconocimiento del billete y del sello y la rúbrica y la contraseña, entramos en una salita que no tenía más defecto que estar las paredes demasiado cerca unas de otras; pero ello es más preciso tener máscaras que salas donde colocarlas.

»El Comendador mayor de León añadió que D. Juan de Luna, castellano de Milán, por un disgusto se fué á París, y que, aunque no hizo ningún otro deservicio, se exceptuó en cédula aparte en las paces del año de 59, sin que S. M., que haya gloria, se dejase vencer por ninguna consideración. V. M. mandará lo que sea servido. En Valladolid á 30 de agosto de 1604. Rúbrica

Con esta cuestión de la inmortalidad, era con la que abría don Pompeyo brecha en el alcázar de la fe de los socios, pero siempre concluían por cerrar aquella brecha con las salvedades de rúbrica. «Por supuesto. Dios sobre todo.... Doctores tiene la Iglesia...». Y en último caso, don Pompeyo ya les iba aburriendo con sus teologías. Le dejaban solo. Los tresillistas se quejaron a la junta.

Por la tarde se había recibido de Madrid un pliego conteniendo la Pragmática sanción que su majestad mandaba observar sobre trajes y otras cosas, fechada en San Ildefonso á 15 días del mismo mes, y el Asistente que lo era don Alonso Pérez de Saavedra, marqués de la Jarosa, apenas hubo recibido el documento, había convocado á cabildo con gran prisa, para dar cuenta de él, y como su señoría consideraba de mucha urgencia que la orden real llegase á conocimiento de todos, se comisionó allí mismo al marqués de Gandul para que, aunque fuese de noche, se publicara la pragmática con todas las solemnidades de rúbrica.

Por tal razón quizá, el P. Norberto gozaba de generales simpatías en la villa y no era mal quisto de sus compañeros. Sólo se le conocían tres pasiones, los callos guisados, el tresillo y otra de que más adelante hablaremos. Cuando en una casa, de las que frecuentaba, había callos para la comida o la cena, ya se sabía que era de rúbrica el convidarle.

Acompaña á este documento una hoja suelta con el siguiente epigrafe: «Conoscemos los jurados diego de añasco y fernando de bañuelos desta otra parte contenidos que rescibimos de vos niculoso despindola mayordomo de seuilla quatro varas de grana que corrieron «las mugeres de la mançebía» en sabado seis dias deste mes de agosto mas rescibimos tres varas de terciopelo verde y tres varas de raso negro y dos varas de damasco negro que corrieron los barcos por el rio domingo siete dias deste mes de agosto y asymismo rescibimos seys varas de seda de francia que corrieron los caualleros de cauallo miercoles diez dias del mes de agosto fho. honze dias de agosto de 1519, diego de añasco rubríca ... de treuiño ... rubrica.