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En grandes barcas que de antemano contrató Narada, Morsamor había pasado el Ganges, y había ido hacia el nordeste, esquivando los sitios poblados. Con él iban, todos a caballo, Tiburcio y los sesenta valientes devotos a su persona. En ligero palanquín que veinte robustos negros sostenían y llevaban turnando, iba la bella Urbási, asistida sólo por su sierva favorita Rohini.

El clima de España no es de tal índole que el español deba abrir la boca y estirar los brazos, como los que moran en la orilla del Ganges; que deba dormirse como el natural de los valles de Cachemira; que deba evaporar su vida entre ópios, mujeres y aromas, como los árabes del Yemen.

Ni un instante en toda su vida habia reflexîonado en uno de los puntos que tanto atormentaban al brama; creía con toda su alma en las transformaciones de Visnú, y se tenia por la mas dichosa muger, con tal que de quando en quando tuviese agua del Ganges para bañarse.

Se atreven con el hombre y con los animales más valientes y corpulentos: hasta con el tigre. El inglés Wádington vió a una en las orillas del Ganges sorprender a un tigre real, apretarlo entre sus potentes anillos y sofocarle al fin, a pesar de los zarpazos y mordiscos del tigre.

me permitirás, bella condesa Poldy, que desde luego te tutee sin ceremonias. La cigüeña blanca, que anida años ha en el tejado de la espléndida quinta que yo poseo en las floridas márgenes del Ganges, me ha traído gratas noticias tuyas, tus dulces palabras y tu divina imagen. Bendita sea la cigüeña blanca que tanto bien me ha hecho. Con razón la llamaba yo antes Garuda.

Esta vez los nuevos romanos, los fuertes hijos de Lusitania, habían llevado al dios Término más allá de donde le llevaron o soñaron en llevarle Osiris, el hijo de Semele, y Alejandro de Macedonia. Le habían llevado más allá del Indo y del Ganges.

»Pero el Franco habrá de volver la maza á menudo contra otros bárbaros procedentes de los vastos páramos de hielo , y al Arabe le bastará sacudir con el ruido de sus corceles el indolente sueño del Ganges y del Indo que se mueren sobre las flores.

Los poetas del Ganges, que conocían exactamente la vida de las bestias, debieron poner la hormiga frente á otro animal. El sabio Fabre, poeta de los insectos, fué el primero que, en nuestra época, escuchando á la cigarra en sus tierras de Provenza, se le ocurrió rectificar con observaciones directas la exactitud de la fábula.

Todo el saber de los magos de Irán y de Caldea, de los brahmanes de las orillas del Ganges, de los sacerdotes de Isis y Osiris, de los iniciados en Samotracia y de los pueblos de Fenicia y Frigia, no vale un pito, comparado al saber de ciertos galos primitivos, cuyo centro de luz estuvo en un París prehistórico.

¿Qué fin contestó Poldy, había de proponerse algún compatriota nuestro con ese engaño? Yo no conozco aún los versos, pero doy por seguro que su autor vive en las orillas del Indo o del Ganges, y no en las del Rin o del Danubio. A ver... lee. Ya verás y notarás en los versos cierta inspiración más europea que asiática.