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Todo el saber de los magos de Irán y de Caldea, de los brahmanes de las orillas del Ganges, de los sacerdotes de Isis y Osiris, de los iniciados en Samotracia y de los pueblos de Fenicia y Frigia, no vale un pito, comparado al saber de ciertos galos primitivos, cuyo centro de luz estuvo en un París prehistórico.

Los franceses tienen alguna disculpa, ya que puede decirse que al tratar así a los gansos, se vengan de ellos, porque graznando, dieron la voz de alarma e impidieron a los galos que se apoderasen del Capitolio: pero los romanos, a quienes los gansos salvaron, no tuvieron perdón de Dios, cuando mucho antes que los franceses martirizaron a los gansos para hacer el jecur anseris, que hoy llamamos foie gras.

Sus navegantes atrevidos bajaban á lo largo de la costa española, fundando ciudades que eran focos de civilización para los rudos íberos, así como Marsalia lo fué para los belicosos galos. Ferragut, al pasar ante el palacio de la Bolsa, lanzaba una mirada á las estatuas de los dos grandes navegantes marselleses Eutymenes y Pyteas.

Ya tenemos á los galos en Roma; y aunque los asustados gansos del Capitolio han dado la voz de alarma, difícil me parece que podamos sustraernos á los terribles efectos de la invasión.

Otros ponían de punta en medio de un bosque tres piedras grandes, y una chata encima, como techo, con una cerca de piedras, pero estos dólmenes no eran para vivir, sino para enterrar sus muertos, o para ir a oír a los viejos y los sabios cuando cambiaba la estación, o había guerra, o tenían que elegir rey: y para recordar cada cosa de éstas clavaban en el suelo una piedra grande, como una columna, que llamaban «menhir» en Europa, y que los indios mayas llamaban «katún»; porque los mayas de Yucatán no sabían que del otro lado del mar viviera el pueblo galo, en donde está Francia ahora, pero hacían lo mismo que los galos, y que los germanos, que vivían donde está ahora Alemania.

Los galos y sus bardos y druidas, poetas y sacerdotes, lo enseñaron todo; pero su misma, ciencia era ya reflejo confuso y recuerdo no completo de la ciencia que poseyeron, en el centro del país fértil y hermoso que hoy se llama Francia, antes de la venida de los celtas, otros hombres más primitivos y excelentes que llamaremos hiperbóreos o protoscitas.

Como para burlarse de su propia incuria, los nimeses han erigido en una de sus plazas, la más árida y llena de polvo, un grupo magnífico de ríos adornados con tridentes y arroyuelos coronados de nenúfares; pero, á pesar de ese fausto escultural, el único recurso es siempre la fuente venerada, hermosa y pura como en los días en que sus antepasados los galos construyeron la primera cabaña al borde mismo de sus aguas.

Por último, las invasiones sucesivas de Galos y Francos, y la dominacion que en diversas épocas han ejercido allí, despues de los Godos, los Sarracenos, los Franceses, los Aragoneses, los Napolitanos y aún los Ingleses, han trastornado de tal manera el tipo primitivo, que al cabo Cataluña, como el reflejo de las mas diversas razas, ha quedado en una situacion peculiar de fusion y de poligenésis.

Tenía, además, la epidermis tirante y barnizada, como una vejiga de manteca, y poseía una perilla color de trigo, esmeradamente construída, desde donde se alzaba la blanquecina barbeta, como un huevo en una huevera de latón dorado. Ojillos galos, rabelesianos, azules y alegres, que delataban al deleitante de la mesa y del lecho.