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Ya se me figura que es verdad cuanto usted me dice. Yo soy así. Vea usted lo que me pasa: hace un rato hablábamos de flores; pues ya se me ha pegado a la nariz un olor riquísimo. Paréceme que estoy dentro de mi estufa, viendo tantos primores, y oliendo fragancias deliciosas.

Leila le absorbe, Leila le abarca en el encanto de su mirada, Leila le expresa cuantas fragancias, cuantas ternuras enamoradas, las almas sienten que se embriagan en el misterio que amor se llama. Dura un momento la vision mágica, la onda en que flota léjos la arrastra, y Ataide dice con voz que espanta: ¡Hay vida triste! ¡Corriente amarga!

Cada mesa de hierro era una pirámide con todas las tintas del iris y todas las fragancias que puede elaborar la tierra. Empezaba la buena estación.

Mucho de esto ha desaparecido en las renovaciones de estos últimos veinte años; pero la estrechez de las viviendas subsiste. Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez.

Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!

En su soledad, se recrearía discurriendo muy a sus anchas por la estufa, admirando las galanas flores tropicales, y aspirando sus embriagadoras fragancias. Fuese Ponte Delgado, despidiéndose con afectuosas salutaciones y sonrisas tristes, y tras él Benina, que apresuró el paso para alcanzarle en el portal o en la calle, deseosa de echar con él un parrafito.

¡Salve, oh reina de encantos, Filipinas querida, resplandeciente Venus, tierra amada y sin par: región de luz, colores, poesía, fragancias, vida, región de ricos frutos y de armonías, mecida por la brisa y los dulces murmullos de la mar!

Ella se dejaba columpiar dentro de la blanda barquilla en aquel navegar aéreo de sus ensueños.... Y mientras los personajes de su fantasía se decían ternezas, ella les preparaba un suculento almuerzo en un jardín de fragancias purísimas y penetrantes. Ana aspiraba con placer voluptuoso los aromas ideales de sus visiones turgentes.

Cabía temer que también pasaran estas ráfagas consoladoras, como había pasado el huracán de antes, y yo lo temí seriamente; pero iban corriendo los días, y lejos de pasar con ellos, cada vez se dejaban sentir más halagüeñas y me traían nuevas fragancias.