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Siempre que el arcipreste venía a Cebre, pasaba un ratito en el estanco y cartería, donde se charlaba de política por los codos, se leían papeles de Madrid, y se enmendaba la plana a todos los gobernantes y estadistas habidos y por haber, oyéndose a menudo frases del corte siguiente: «Yo, Presidente del Consejo de Ministros, arreglo eso de una plumada». «Yo que Prim, no me arredro por tan poco». Y aún solía levantarse la voz de algún tonsurado exclamando: «Pónganme a donde está el Papa, y verán cómo lo resuelvo mucho mejor en un periquete».

Sin embargo, no faltaron hombres no tan fáciles de asustar, y que en veinticuatro horas arreglaron las cosas de manera que los tímidos pudieran estrecharse las manos con seguridad, y los eminentes estadistas proferir sus dudas sin dañar a nada ni a nadie. Por aquellos días, recibí una esquela de Hop-Sing, rogándome que fuese en seguida a verlo.

Era simplemente que Marcones, imbuído en las doctrinas de los modernos estadistas, comprendía que la fuerza pública debe estar siempre al servicio del poder constituído. Y, sin embargo, nunca don Roque tuvo más necesidad de ser acompañado que entonces. Además de un frío moral que le helaba el corazón, sentíase físicamente indispuesto.

Pues ahí está el caso volvió a replicar Abu-el-Casín ; y es que Ben-Farding exige que esos aljameles y ganapanes hayan de ser precisamente, exclusivamente de los ilustres dignatarios, magnates, altos personajes, profundos estadistas, divinos oradores y sabios consejeros de este diván.

No dudo que la enumeración de los diarios sucesos de mi vida en aquellos días, revestiría gran interés para los que nada saben de lo que ocurre dentro de regios palacios; como no dudo tampoco que la revelación de alguno de los secretos que allí descubrí, tendría gran valor para los estadistas de Europa. Pero lejos de una y otra cosa.

¿Qué placer? me replicó Villalba mirándome con más lástima que ira. ¿No sabe usted que al bridge es un juego intelectual, casi científico, propio de estadistas y filósofos? O, mejor dicho, que no es un juego, ni un placer... ¿Y qué es, entonces? pregunté en el colmo del pasmo. Dándome la espalda, Villalba me repuso, con la solemnidad de un neófito: El bridge es una religión.

El que nada de ésto estuviese previsto no es cosa que pueda llamar grandemente nuestra atención; la mayoría de los estadistas que rigieron los destinos del país, jamás supieron ni se ocuparon de averiguar las condiciones físicas y morales de aquellas comarcas, ni alcanzaron á prever la importancia grande que para España pudiera tener en día no lejano el desenvolvimiento de la riqueza y el rápido progreso de los países que poseía en tan remotas latitudes.

En nuestra vida de viajero y de diplomático hemos tenido ocasion de estudiar de cerca y con detenimiento las costumbres de las sociedades de Europa: en ninguna ni nunca hemos encontrado la admirable igualdad práctica de nuestra España, donde en rigor no existen clases: aquí, entre nosotros, lo mismo hoy que en tiempo del absolutismo, todas las carreras y dignidades del Estado han sido accesibles al pueblo; de sus filas han salido ministros, generales, obispos, estadistas, todo: hoy, como siempre, están abiertas á todas las clases de la sociedad española las carreras todas: no tenemos aristocracia de hecho: el clero, el pueblo, la nobleza, la clase media, se mezclan y confunden en sus reuniones, en sus enlaces, en sus actos todos de la vida pública y privada.

Por sus efectos morales, intelectuales y económicos sobre las sociedades, todas son desastrosas en diferente medida, según la historia y la estadística, que los creyentes no pueden entender, y que los estadistas deben tomar en cuenta, si realmente les interesa el porvenir de su país. "Una religión es una causa de debilidad para un país", ha dicho el marqués Ito.

Entre los grandes estadistas que contribuyeron a la formación de la república así como existe hoy, uno de los más grandes fué don Diego Portales, el que era ministro de hacienda bajo la presidencia de Prieto. Portales arregló el sistema financiero y a él se debe la formación de la constitución actual. De 1879 a 1883 hubo una guerra entre Chile por un lado y el Perú y Bolivia por el otro.