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Si su masa líquida es suficiente, el arroyo sustituye con su fuerza la de los brazos humanos para realizar todo lo que en otros tiempos hacían los esclavos ó las mujeres siervas de su brutal marido: monda el trigo, muele los minerales, tritura la cal convirtiéndola en mortero, prepara el cáñamo y teje telas.

Esta ciudad recibe especialmente: de Rusia trigos y cáñamo; de España vinos generosos, y aceite para purificarlo; de todas las costas de Turquía, Egipto y el resto de Africa, granos oleaginosos, esencias, especería y cereales; de Colombia y las colonias francesas y asiáticas, azúcar, maderas de tinte y ebanistería, pieles de todo género, café, cacao, caucho, plantas medicinales y aromáticas, tintes finos y minerales.

Baste decir que la dura piedra semejaba trenzados de cuerdas como si fuese cáñamo, y hasta calados de encajes, como si fuera lino.....

No comprenden nada que no sea una cuenta, y al que les hable de otra cosa que del precio del cáñamo, le llaman mala cabeza, holgazán y enemigo de la prosperidad de su país. Se precian mucho de su libertad, pero no les importa que haya millones de esclavos en las colonias.

Esta mañana en ayunas se tomó una, y a las cuatro le di otra. ¿No lo dispuso así Ballester...?». ... Vea usted por qué está tan avispado. ¡Vaya con el cáñamo ese! Pero los disparates son los mismos; sólo que ahora no ve las cosas de un modo tan negro sino que las toma por lo risueño.

Es un elixir exquisito, en cuya composición entran el nepenthes que dio Elena a Telémaco para disipar su melancolía; la flor del cáñamo de la India; el soma o licor divino de los antiguos brahmanes; el hongo de Siberia que infunde furor bélico, y el zumo de las mandrágoras, con que Lía amó y deseó con mayor vehemencia a Jacob y se hizo de él amada y deseada.

Ahora le enseñaré á usted el sitio. Es al lado del capellán, en un pabellón que sirve de depósito de cordelería... El olor del cáñamo es sano y está bien allí... Y, después, puede hablar con el capellán... ¡Oh! Ese es su gran recurso y parece que tiene ideas muy extrañas... Un poco chiflado, como usted dice... Ahí tiene usted su chirívitil... Tragomer se detuvo.

Y allí, a mi lado, aplastando todos mis pensamientos, como la sombra de una esfinge gigante se expande y alarga sobre las arenas del desierto, estaba de pie ese corpulento monje, de tez bronceada, pies descalzos, hábito de un carmesí desteñido, su cintura ajustada por un cordel de cáñamo, y con un semblante de misterio, mientras dentro de su corazón se encerraba el gran secreto que había sido legado a y que ocultaba el origen de la fortuna de Burton.

En la parte clara de tan extraño local había grandes fardos de cáñamo en rama, rollos de sogas blancas y flamantes, trabajo por hacer y trabajo rematado, residuos, fragmentos, recortes mal torcidos, y en el suelo y en todos los bultos una pelusa áspera, filamentos mil que después de flotar por el aire, como espectros de insectos o almas de mariposas muertas, iban a posarse aquí y allá, sobre la ropa, el cabello y la nariz de las personas.

La madre hilaba cáñamo; los varones ayudaban al padre; las mujercitas arreglaban la casa y se cuidaban las unas a las otras, haciendo la mayor de niñera de la más pequeña, y así todas las otras, hasta terminar la escala. El joven Sebastián jamás brilló por su inteligencia, ni por su memoria, ni por ningún don intelectual; pero, en cambio, poseía un corazón excelente.