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Pues bien, querido primo; si quiere usted complacerme, no me hable jamás de él. Mi madre y yo le hemos borrado de nuestro recuerdo como él nos borró de su corazón. En la hora en que teníamos necesidad de todos nuestros amigos, él dió el ejemplo de la deserción, y su abandono, lo confieso, fué el que más nos afectó en aquellos tristes momentos.

Lucía, prevaliéndose del permiso y animada con lo poco de turbación que en su tío advirtió, expuso así una de sus hipótesis: Pues, señor, yo me cegué al principio por exceso de vanidad. Pensé que el cariño de tío que V. me tiene le llevaba, para complacerme, á mirar con interés á Clori y á Mirtilo, y á procurar e buen fin de sus amores. Ya he variado de opinión. Ya la hipótesis es otra.

La joven le miró fijamente, agradecida y admirada de tan sincero cariño, y repuso con jovialidad: Por lo pronto, para complacerme, vendrás a misa conmigo, ¿no es verdad? , querida mía. ¿Vendrás mañana también y todos los demás días? , hermosa; no deseo otra cosa. ¡No sabes lo que me alegro, Ricardo! ¿De veras?

Dime, hija mía, lo que deseas, porque todo es preferible al oculto pesar que aflige tu corazón. ¿Habla usted de veras, papá? exclamó Magdalena, en cuyos ojos brilló un destello de alegría. ¿Va usted a complacerme? , aunque sea contra mi voluntad. Así, pues, ¿me permitirá bailar un vals, uno solo, con Amaury? ; si así lo quieres, sea dijo el doctor.

Ir a la fiesta solo, con Alejandro, era una dicha; el mulato reacio y voluntarioso, se había obstinado en no salir y, encerrado en su cuarto, se negaba a complacerme; pero fueron tantas mis súplicas y mis empeños, que al cabo cedió, y muy de mañana nos pusimos en marcha para el muelle.

Tiene prometida una embajada para dentro de seis meses, y Roberto está seguro de que te ofrecerá el puesto de agregado. Acéptalo, Rodolfo, aunque sólo sea por complacerme. Puesta la cuestión en este terreno y con mi cuñadita frunciendo las cejas y dirigiéndome una de sus más irresistibles miradas, no le quedaba a un tunante como yo más remedio que ceder, compungido y pesaroso.

Mil veces, de seguro, habrá tenido usted en su vida intenciones asesinas. Lo que ocurre es que no quiere usted complacerme. Es usted un Tartufo. ¡Caballero! Un Tartufo, , señor. ¡Ah! ¡Si alguien pudiera sugerirme la idea de asesinarle a usted!... ¡Cómo me vengaría yo entonces de su hipocresía!

¡Por complacerme! ¿Y ese es el modo de complacerme? ¡Traerme los hijos de otros, echar esa carga a su mujer! ¿Por qué no lo ha puesto usted en un taller, para que aprenda un oficio y se haga hombre? ¿Por qué no lo ha destinado usted a un cuerpo de línea, para que siguiese la noble carrera militar?

Mi tema es otro bien distinto, que más tarde o más temprano había de ventilarse entre los dos, y quisiera yo ventilar ahora mismo, puesto que la oportunidad se nos ha venido a las manos. ¿Estás pronta a complacerme, hija mía?

Porque Dios quiso, y ciego será quien no lo vea. Metióme en mayor curiosidad esta respuesta, y rogué al valiente pescador que me contara el suceso. Resistióse á complacerme, con bruscas evasivas, y entonces tomó parte en la conversación el Tuerto, y me dijo: Verá usté lo que pasó, señor, porque juntos nos salvamos los dos.