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Despues de arrestado el principal rebelde, su muger, sus hijos y la mayor parte de sus gefes principales, parece debia esperarse una crisis favorable, que restableciese en su antigua quietud los ánimos alterados de aquellos naturales: pero lejos de esto, se puede asegurar empezó de nuevo y con mas ligereza la rebelion, porque habiendo logrado la fuga Diego Cristóval Tupac-Amaru, medio hermano de José Gabriel, Mariano Tupac-Amaru, su hijo, Andres Noguera, y Miguel Bastidas sus sobrinos, por haber seguido diferente camino que los demas, consiguieron felizmente libertarse y establecer su residencia en la provincia de Azangaro, que continuó ciegamente á su devocion, con las circunvecinas de la Paz, y las del Collao, formando considerable partido para sostener sus ideas.

Al propio tiempo ó con poca diferencia, los indios de la parte de Azangaro, doblando sus esfuerzos, volvieron sobre el pueblo de Capachica, cuyos indios fieles con algunos mestizos los habian rechazado á los principios: pero al fin cedieron á la multitud, que apoderada de la poblacion, usó las mismas crueldades que en las demas, pasando á cuchillo á todos los españoles y gente blanca, que pudieron haber á las manos.

Así se esplicaba este rebelde, para seducir á los pueblos, engrosando su partido, y con mano armada pasando á los filos de su cólera á cuantos se le oponian, invadió las provincias de Azangaro, Carabaya, Tinta, Calca y Quispicanchi, que por fuerza ó de grado se declararon sus partidarias, á cuyo ejemplo siguieron el mismo rumbo las de Chucuito, Pacajes, Omasuyos, Larecaja, Yungas y parte de las de Misque, Cochabamba y Atacama.

Divulgado el atroz atentado cometido por José Gabriel Tupac-Amaru con su corregidor, D. Antonio Arriaga, que las provincias de Cailloma y Chumbilvicas desde luego le habian prestado la obediencia, y que intentaba apoderarse de las otras, el de la de Lampa, D. Vicente Ore, deseoso de ahogar en sus principios el violento incendio de rebelion que comenzaba á experimentarse, como mas cercano á la de Tinta, libró los correspondientes exhortos á los corregidores de Azangaro, Carabaya, Puno, Chucuito, Arequipa y la Paz, para que le socorriesen, con el intento de hacer todos los esfuerzos que le fuesen posibles, y desvanecer las ideas del rebelde.

Suspensa algun tanto con estos sucesos la atencion por la parte de Chucuito, fué menester aplicarla hácia la de Azangaro y Lampa, cuyos indios con los de Carabaya se acercaron de nuevo á las alturas inmediatas á la villa, como á distancia de una legua, despues de un encuentro que tuvieron con los leales de Guaca, Atoro y Paucarcolla, reforzados con tres compañias de caballeria, y algunos fusileros, que marcharon con el objeto de impedir los robos de ganados, que egecutaban por todas partes, para reducir á la mayor necesidad posible el corto número de fieles vasallos que se contenian en el recinto de Puno.

Solo su cura, D. José Maruri, salió á recibir al Comandante General, sin mas acompañamiento que cuatro criados, y le manifestó que todos los vecinos habian desamparado sus habitaciones así que descubrieron las tropas de la vanguardia: que unos opinaban se presentasen rendidos á implorar el indulto de sus delitos, y otros insistian en que fuesen á incorporarse con los de la provincia de Azangaro, para oponerse al paso de las tropas.

Los indios rebeldes del Desaguadero, Omasuyos y Pacajes, desembarazados del cuidado que les daba la provincia de Chucuito, con la total ruina de su capital, se prevenian para atacar á Puno, de concierto con los que ocupaban las provincias de Lampa y Azangaro.

Perdieron este dia los rebeldes cuanto tenian en su campamento: se les quitaron muchas mulas, caballos, ganados de todas especies, muebles, efectos, y en particular los víveres, que habian acopiado para algunos meses: huyeron dispersos por todas partes los que escaparon de la accion, y el ejército del Rey, al dia se encaminó al pueblo de Azangaro, capital de la provincia de este nombre, que tambien estaba desierto como los demas, y solo se halló en él al teniente de cura, que informó al General se habia visto precisado a consumir las formas consagradas, temiendo las profanasen los sediciosos, pues habian intentado muchas veces quitarle la vida y robar las alhajas de la iglesia.

Hallábame entonces las provincias inmediatas de Lampa, Azangaro y Carabaya envueltas en dolorosa confusion, por los desórdenes, robos y muertes, que cometian en ellas los comisionados de José Gabriel Tupac-Amaru, tratándolas con inaudita crueldad, y valiéndose de cuantos medios les dictaba su tirania para engrosar su partido, no solo reclutando los indios, sino tambien recogiendo ganados para su subsistencia, y usurpando los reales tributos, como lo egecutaba de su órden D. Blas Pacoricona, cacique del pueblo de Calapuja, á fin de reforzar el ejército del tirano que se hallaba sobre la ciudad del Cuzco.

Al dia inmediato continuó la marcha nuestro ejército, y á poco rato avistó el famoso monte nombrado Condocuyo, donde el año de 1740 ó de 41 hicieron una obstinada defensa los indios de la provincia de Azangaro, contra su corregidor, D. Alfonso Santa amotinados sobre quejas de crecidos repartos que les habia hecho á los que, no pudiendo reducir por la fuerza, se vió precisado á cercarlos y rendirlos por hambre.