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Sus groseros versos contra viejas y hechiceras los he leido con mucho asco; y no veo qué mérito tiene decir á su amigo Mecenas, que si le pone en el catálogo de poetas líricos, tocará á los astros con su erguida frente. A los tontos todo los maravilla en un autor apreciado; pero yo, que leo para solo, no apruebo mas que lo que me da gusto.

No apruebo el capricho comentó la duquesa . Recibirá usted una impresión demasiado desagradable. Obstinóse Felicita, y la duquesa cedió. De camino, Felicita iba diciendo: El suelo huye bajo mis plantas. Las paredes ondulan. El mundo se descuartiza y los trozos van rodando por el aire.

Se ha quedado en el presidio con la cadena del penado. El Jacobo que te llevas no tendrá más que una preocupación en la vida, la de hacer olvidar á los que le aman las penas que les ha causado. Lo apruebo, dijo Cristián, porque es justo.

Ahora añadió con gravedad, estoy resuelto a vivir mientras al Señor le plazca. ¡Oh! ¡Gracias, Dios mío! dijo Antoñita con las lágrimas en los ojos. ¡Vas a vivir! repuso el doctor. Está bien. Así te he conocido yo siempre, sincero y animoso. Apruebo tu resolución. ¡Vive!

En una dama No apruebo vuestro argumento, 1040 Si es el alma el movimiento Que á cuantos los miran llama, Y si al cielo en su azul velo La serenidad cuadró, Á el sol y á la luna no, 1045 Que son los ojos del cielo; Porque éstos siempre se mueven. Perdonad á la canción No ser de vuestra opinión: Tanto los versos se atreven. 1050 Díganse á varios sugetos, Como quedó concertado. DO

Pues esa es la primera razón por la que digo que es V. bueno. Nicolasa es una muchacha honrada... y no está bien que los caballeros traten de levantarla de cascos... Apruebo tu rigidez. Y la segunda razón por la cual soy bueno, ¿quieres decírmela?

Pues bien; si la coquetería es sin malicia, si el afán de agradar y el esfuerzo hecho para conseguirlo no traspasan ciertos límites, y si el fin que se propone una mujer agradando no va más allá del puro deleite de infundir cordial afecto y gratitud, digo que apruebo la coquetería. Doña Blanca y el P. Jacinto se tenían mutuamente miedo.

Yo apruebo su elección, pues opino que no es posible hallar un hombre a la vez más inteligente, noble y rico que el vizconde de Mengis. Escuchaba estas palabras con asombro Antoñita, pero no sabia con qué razones interrumpirlas ni impugnarlas; sólo cuando Amaury hubo concluido pudo exclamar: ¡Casarme con el vizconde!... ¿Y por qué no? ¿A qué fingir así? dijo Amaury.

¡Vamos, vamos! niña; vos sabéis que esta tela os agradaba y teníais buenas razones para ello, puesto que vuestro rostro es del color de la crema. Estaría bueno que llevarais lo que a me sentara bien. Lo que no apruebo es vuestra idea de que me vista como vos. Pero hacéis de lo que queréis. Así ha sido siempre, desde cuando comenzasteis a caminar.

De aquí deducen, que el método de las Escuelas es importuno, inutil y enfadoso, asegurando que fuera mejor tratar las Ciencias con discursos seguidos, que con disputas Escolásticas. No apruebo yo todo lo que hacen las Escuelas en punto de sylogizar, porque veo bien que se cometen excesos dignos de enmendarse.