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Son verdaderamente admirables las venecianas: sabido es que nuestras arrogantes españolas son celebradas en toda Europa por su belleza; pues yo, todo lo que puedo decir, á pesar de mi inmenso amor patrio, es que no sobrepujan á las hijas de la un tiempo poderosa y temida república reina del Adriático. Vamos ahora á los encantados palacios de Venecia.

El atún, cordero juguetón de sus praderas azules, saltaba sobre la superficie ó pasaba en rebaño bajo el lomo de las olas. El hombre le tendía la trampa de sus almadrabas en las costas de España y de Francia, en Cerdeña, el estrecho de Mesina y las aguas del Adriático. Pero esta carnicería apenas aclaraba sus compactos escuadrones.

Los ferrocarriles se cruzan en todas direcciones, y no muy tarde la Europa occidental, así como los pueblos del Rin, tendrán sus comunicaciones directas con Italia y la hoya del Adriático por medio de los ferrocarriles suizos del Rin y el Ródano.

27 Y venida la décimacuarta noche, y siendo llevados en el mar Adriático, los marineros a la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra; 28 y echando la sonda, hallaron veinte pasos, y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince pasos. 29 Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día.

Si la romántica y gentil Venecia, bañada en todos sus flancos por las ondas murmurantes del mar, ha sido llamada con razon la reina del Adriático, Marsella, elevada por la actividad del comercio moderno á una importancia colosal, merece con mayor justicia quizás el nombre pomposo de emperatriz del Mediterráneo.

Pasó un rato agradable Miguel, oyéndoles disertar en estilo pintoresco, sobre tauromaquia, que para ellos era el compendio de todas las ciencias, y el fin supremo de la vida humana, y se despidió al cabo afectuosamente, no sin haber sido antes convidado a una novillada de aficionados que Enrique y sus amigos estaban organizando a beneficio de unos náufragos que se habían perdido en el Adriático.

Y aquí terminan mis apuntes del viaje á Italia: el recuerdo agradabilísimo de Venecia le guardará eterna y cuidadosamente mi memoria: ninguna de las grandes capitales que he visitado, tanto en Europa como en América, me ha producido la emocion que la reina del Adriático hizo en mi ánimo; bien es verdad que Venecia no se parece á ninguna ciudad.

Así, pues, de los Alpes de Suiza nomas surgen las aguas principales que, por el Danubio, el Rin, el Ródano y el Po, llevan los aluviones del corazon de Europa hasta las hoyas lejanísimas del mar Negro y el del Norte, el Mediterráneo y el Adriático. Las montañas del Jura tienen otro carácter.

Después iremos a Palermo a tomar el yate que mi primo Martholl Grainville pone a nuestra disposición para dar un paseo por el Adriático. Pero la joven no tuvo tiempo de aprobar este programa. El ruido de un carruaje que penetraba bajo el pórtico del hotel la inquietó. ¿Qué es eso? exclamó levantándose. Casi inmediatamente sonaron las campanillas eléctricas y voces, en el silencio de la casa.

Estaban en el peor sitio del Mediterráneo, donde se encuentran los vientos procedentes del callejón del Adriático, de las estepas del Asia Menor, de los desiertos africanos y del portillo de Gibraltar, mezclando tempestuosamente sus corrientes atmosféricas.