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El piloto Lorenzo Fréitas, aunque sospechaba que Tiburcio no hablaba con seriedad, sino para embromarlos, se enojó y no quiso consentir que ni en broma se tildara de poco razonable la gloriosa y secular empresa de los portugueses, y habló así en su defensa: No es sólo la codicia mercantil la que nos ha llevado a la India, no es sólo el deseo de sobreponernos a la Señoría del Adriático, ni es sólo tampoco el afán de vencer al Islam, buscándole en la fuente misma de su mayor riqueza y despojándole de sus ocultos tesoros, lo que movió al Infante Don Enrique y ha movido después a sus sucesores a hacer cuanto han hecho.

Estuve en la plaza de San Marcos, platicando con unos criados de unos clarísimos , esta mañana, y hablando en las gacetas de la guerra, les dije que en Constantinopla se había sabido, por espías que estaban en España, que hay grandes prevenciones della, y tan prodigiosas, que hasta los difuntos se levantan, al son de las cajas, de los sepulcros para este efeto, y hay quien diga que entre ellos había resucitado el gran Duque de Osuna ; y apenas lo acabé de pronunciar, cuando me escurrí, por no perder tiempo en mis diligencias, y, dejando el seno adriático me sorbí la Marca de Ancona, y por la Romanía, a la mano izquierda, dejé a Roma, porque aun los demonios, por cabeza de la Iglesia militante, veneramos su población.

Veo también las ruinas de un caserío, y en estas ruinas el extremo de la retaguardia de una división servia que se retira hacia la costa del Adriático. Mi amigo manda el extremo de esta retaguardia, una masa de hombres que fué una compañía y ahora es una muchedumbre.

Sin embargo, como la armada turca se dejara ver en el Adriático amenazando con ataques como los pasados, ninguna de las autoridades principales quiso desprenderse de fuerzas de que podía haber necesidad; lo que hicieron por de pronto fué cuidar la reunión en Mesina de las escuadras de galeras, formando armada respetable á que concurrió D. Juan de Mendoza, general de las galeras de España, y fué bastante la prevención para que Piali regresara á Constantinopla sin intentar nada.

A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura del Adriático: todo, todo es admirable.

No creo yo que Napoleón III tenga el corazón de mantequilla y de jalea; pero el tremendo espectáculo del campo de batalla de Solferino, de tantos millares de cadáveres, hubo de oprimirle y angustiarle el corazón, decidiéndole a la paz, aun antes de cumplir su promesa de hacer libre a Italia hasta el Adriático. Adam Smith y todas sus teorías no tuvieron parte alguna en esta determinación.