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Por otra parte, ha pisado más tiempo la tierra, el sol ha herido más tiempo su pupila, las melodías de la naturaleza han halagado más su oído; en una palabra, ha existido más, y ama más la existencia, como á medida que más amamos, más nos acostumbramos á amar lo que sentimos, y nos apasionamos más de este sentimiento, porque la pasion no es otra cosa que un afecto elevado á costumbre.

Hasta aquí no hay idea, no hay mas que imaginacion, nacida de que al comenzar á ver los cuerpos, no vemos el aire que los rodea, y la trasparencia de este nos permite ver objetos lejanos, y así desde nuestra infancia nos acostumbramos á imaginar una capacidad vacía, donde están situados todos los cuerpos y distinta de ellos.

Así, aun en edad muy tierna, nos acostumbramos con facilidad á referir el color á la luz, y hasta á no fijarle en esta definitivamente, sino á mirarle como una impresion producida en nuestro sentido por la accion de este agente misterioso.

Allá en lo alto se oía, interrumpiendo el silencio de la noche, el ruido producido por las banderas del castillo flotando al viento o golpeando sus astas. En una de éstas, ondeaba el estandarte del Duque y sobre él la real insignia, el pabellón de Ruritania. Y nos acostumbramos tan pronto a todo, que me costó algún esfuerzo convencerme de que ya no ondeaba, como hasta entonces, en honor mío.

En nosotros la representacion del triángulo es casi siempre simultánea; excepto el caso de triángulos muy grandes, mucho mayores que los que acostumbramos á ver; pues en este caso, particularmente cuando no hay costumbre de considerarlos, parece que necesitamos ir extendiendo sucesivamente las líneas.

Después de comer se trabaja un poco; al caer la tarde rezamos también juntas, y durante la velada, acostumbramos a leer alguna de las comedias de Moliere. Creo yo que no hay en ello ningún mal, pero suprimo las palabras que creo peligrosas. Después de esto, rezamos la oración de la noche; de esta suerte el día pasa ligero. ¡Que nuestras oraciones aprovechen a nuestras almas!

¿No le falta á usted algo? Nada, señora. Pero querrá usted comer alguna cosa. Aquí acostumbramos desayunarnos á las siete. Es lo mejor. Pero son las ocho; mi tía es muy rigorista, y ha dicho que, puesto que usted no estuvo á las siete en la mesa, no puede almorzar. Esto es una disciplina necesaria. Bien sabe usted que sin disciplina no puede haber orden.

Tocante al color, se puede afirmar lo mismo; porque si bien comunmente transferimos la sensacion al objeto y nos ponemos en cierta contradiccion con la teoría filosófica del color y de la luz, esta contradiccion no es mas que aparente; pues en el fondo, bien examinado el juicio, solo consiste en referir la impresion á objetos determinados; por manera que cuando por primera vez oimos en las cátedras de física que los colores no están en el objeto, fácilmente nos acostumbramos á conciliar la teoría filosófica con la impresion del sentido; pues al fin esa teoría no altera la verdad de que tales ó cuales impresiones nos vienen de estos ó aquellos puntos de los diferentes objetos.

Como no hemos sido criados con mimos; como desde nuestra más tierna infancia nos acostumbramos a la idea de que no había nadie inferior a nosotros.... Los hombres que se forman solos, como nosotros nos formamos; los que, sin ayuda de nadie, ni más amparo que su voluntad y noble ambición, han logrado salir triunfantes en la lucha por la existencia... ¡demonio!, estos son los únicos que saben cómo se ha de tratar a un menesteroso.