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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Deben haberse perdido muchas de tus cartas, lo que no es extraordinario, pues hasta los últimos años he ido de un lugar á otro, sin echar raíces. Algo supe, sin embargo, de tu vida. Creo que te casaste. Torrebianca hizo un gesto afirmativo, y dijo gravemente: Me casé con una dama rusa, viuda de un alto funcionario de la corte del zar... La conocí en Londres.

Al crearse los ferrocarriles, enormes riquezas fueron surgiendo de estas tierras escogidas por el cosaco: en unas se descubrían venas de platino: en otras, canteras de malaquita, yacimientos de lapislázuli, abundantes pozos de petróleo. Además, docenas de miles de siervos recién emancipados por el zar seguían trabajando la tierra, lo mismo que antes, para los descendientes de Lubimoff.

Repito insistió Hartrott que este país va á conocer revoluciones aquí é insurrecciones en sus colonias. bien lo que digo... Rusia tendrá igualmente su revolución interior, revolución con bandera roja, que obligará al zar á pedirnos gracia de rodillas. La India va á sublevarse contra ella y Egipto cree llegado el momento de su emancipación.

En vano algunos personajes de la corte le hablaron de que el zar no autorizaría esta unión. ¡Una gran heredera casándose con un soldado extranjero desterrado de su país!... Pero la princesa, por el mismo conducto, hizo saber su voluntad al soberano. O me caso con él, ó debuto como bailarina en un teatro de París. Se habló de la próxima expulsión de Saldaña.

Por la magnificencia de su padre, digno embajador de España ante el zar, ha debido liquidar en pública almoneda los honrosos trofeos de su estirpe. Hay que evitar decadencia semejante. Y no podemos evitarla sino con trabajo y ahorro. El comercio y los negocios no son para nosotros. ¡Recuerda al duque de Gandía! Los deportes, que convendrían a tus gustos, no convienen aún a tu fortuna.

El alemán al servicio del zarismo no siente escrúpulos ni lamenta su conducta: mata fríamente, con método minucioso y exacto, como todo lo que ejecuta. El ruso es bárbaro, pega y se arrepiente; el alemán civilizado fusila sin vacilación. Nuestro zar, en un ensueño humanitario de eslavo, acarició la utopía generosa de la paz universal, organizando las conferencias de La Haya.

Su cólera contra la corte rusa, que se había ido aglomerando de un modo inconsciente desde su lejana expulsión de Petersburgo, estalló ahora á impulsos del egoísmo. El zar y sus consejeros, deseosos de rusificar toda la Europa oriental, eran los culpables de la guerra.

La nave que debía transportar al Zar de San Petersburgo a Cronstadt saltaba por los aires; en Moscú se sublevaban dos regimientos; una columna de ciudadanos de Siberia marchaba, armada, hacia los Urales y un puñado de expatriados desembarcaba en Crimea y ponía a sangre y fuego las provincias meridionales del Imperio, todo al mismo tiempo.

Y el tío Frasquito sacaba la primera del paquete, cuyo sello tenía, en efecto, la efigie del zar Alejandro II. De San Peterrsburrgo... La abrí extrañado y me encontré con esto... Y abría, a la vez que hablaba, la carta, poniendo ante los ojos atónitos de Jacobo un pliego en blanco, en cuyo centro se leía escrita esta sola palabra: =¡MENTECATO!=

Las antiguas amigas de la princesa Lubimoff dieron al hijo una noticia inesperada. Su madre pretendía casarse con un señor inglés y había escrito al zar solicitando su autorización. Esta noticia sólo impresionó á Miguel Fedor. Los tiempos de la extravagante Nadina estaban muy lejos. Sus actos no producían eco alguno. Otras princesas jóvenes la habían borrado con aventuras todavía más ruidosas.

Palabra del Dia

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