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Actualizado: 16 de julio de 2025


Doña Ana ; clavados los ojos en la hija del Comendador, olvidada de todo lo que estaba fuera de la escena, bebió con ansiedad toda la poesía de aquella celda casta en que se estaba filtrando el amor por las paredes. «¡Pero esto es divinodijo volviéndose hacia su marido, mientras pasaba la lengua por los labios secos.

12 Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis, Maestro y Señor; y decís bien; porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos de los otros.

Y, volviéndose a Sancho, le dijo: -Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.

Mas la joven, volviéndose con uno de esos arranques graciosos tan propios de su carácter, respondía: ¡Riquita!, ¡riquita! digo yo, madre.

Y la Rufina estaba absorta mirando su calle Mayor, que no les entendió la plática, y volviéndose a ella el Cojuelo, le dijo: Ya vamos llegando, señora Güéspeda, donde cumpla lo que desea; que ésa es la puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta que hay en Madrid.

Volviéndose entónces Martin á Candido con su acostumbrado relente, le dixo: ¿Qué tal? ¿he ganado, ó no, la apuesta? Candido regaló dos mil duros á Paquita, y mil á fray Hilarion. Yo fío, dixo, que con este dinero serán felices. Pues yo fío lo contrario, dixo Martin, que con esos miles los hará vm. más infelices todavía.

Solamente agregó con su ofuscación desesperada, tomándose la cabeza entre las manos y volviéndose a mirar a los presentes me esfuerzo... me esfuerzo por imaginar dónde están mis guineas. ¡Ah, ah! han ido a donde hace bastante calor para fundirlas, creo dijo el señor Macey. ¡Vamos! repuso el herrador.

¡Diablo! murmuró de una manera ininteligible ¡y es verdad! ¡y cómo se parece á!... perdonad un momento... ¡eh! ¡Gonzalvillo! ¡hijo, que vertéis la salsa de la alcaparra! ¡animales! para esto se necesitan manos mejores que vuestras manos gallegas. ¿Conque qué decíais? añadió volviéndose al joven.

Titubeó un momento, antes de volver el oro al saco de noche, como si no hubiese comprendido del todo el elevado sentimiento de justicia que guiaba al tribunal, y recelase no haber ofrecido bastante cantidad. Después, volviéndose hacia el juez, dijo: Esta partida la he jugado solo, sin mi socio.

Lleve gente que la quiera, y que la arrope bien por las mañanitas y por las tardes. ¿Y esta señorita? añadió volviéndose a Sol . Y creo que usted se me pone buena si lleva consigo a esta señorita. Oh, , Sol va conmigo; ¿no, Juan?

Palabra del Dia

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