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Actualizado: 16 de junio de 2025


-Aun eso está por averiguar: si tiene limpias o no las manos este galán -dijo Sancho. Y, volviéndose al hombre, le dijo qué decía y respondía a la querella de aquella mujer.

¡Ah la hurí! temblando dice; y volviéndose á su gente ¡llevadla! añade vehemente con fiero acento brutal; y aquella voz pavorosa que á los árabes sorprende, su honrada cólera enciende y es del combate señal.

La saluda, y con la cabeza descubierta, bajo la lluvia, volviéndose sobre el caballo, a medida que se alejaba, la miró hasta perderla de vista, repitiendo lo que se había dicho la víspera: ¡Será la última vez! Ella, con las manos le decía adiós, y este ademán repetido muchas veces, traía sus manos tan cerca, tan cerca de su boca, que se habría podido creer...

Acércase a él un señor serio y bondadoso, pónele la mano en el hombro con blandura y cariño, le toma el pulso, lee brevemente en su extraviada fisonomía, en sus negras pupilas, en el caído labio, y volviéndose a un joven que le acompaña, dice a este: «Bromuro potásico, doble dosis».

Después, volviéndose hacia Ángela, le dijo con voz temblorosa aún por la cólera: Ve a abajo y trae un pedazo de borona y un jarro de agua. Ángela se apresuró a cumplir la orden. El padre fue otra vez al cuarto y colocó uno y otro en el suelo, exclamando: ¡Ahí tienes lo que has de comer y beber mientras seas tan perra!... ¡Yo te bajaré los humos!...

Discurríase una noche en la tertulia palaciega sobre el Apocalipsis y el juicio final; y el virrey, volviéndose a un garnacha, mozo limeño y decidor, que hasta ese momento no había despegado los labios para hablar en la cuestión, le dijo: Y usted, señor doctor, ¿cuándo cree que se acabará el mundo? Es claro contestó el interpelado , cuando vuecelencia mande que se acabe.

Mientras hablaremos de otra cosa. Para cosas tristes, tiempo habrá. Procuré tranquilizarla. Le referí mil casos de enfermedades nerviosas que tenían aspecto de gravísimos males, y que con el tiempo y el cuidado habían desaparecido, dejando a los pacientes buenos y sanos. Pareció convencida y, volviéndose a , me dijo sonriendo: Te habrás paseado mucho. Vas a ver esto muy triste.

Una tarde, al pasar Manuel Antonio por delante de la tétrica morada del conde, vio salir a la doncella con una caja de cartón en las manos. El marica sintió en la nariz olor de caza, tomó vientos un instante, y la siguió. Adiós, Laura dijo pasando delante de ella. Y volviéndose de repente le preguntó en tono indiferente: ¿Cómo sigue tu amo? El señor conde no está malo. ¡Ah!

Mira que está cargado, Manolo. Ya lo veo, ya respondió éste sonriendo; y volviéndose de pronto: ¿Qué dirían en Madrid, si yo te matase ahora de un tiro? Pepe Castro sintió cierto hormigueo en la espalda, que no era producido solamente por el agua, y rió de un modo extraño. Y que, hoy por hoy, lo podría hacer impunemente siguió muy risueño el marqués . Porque como todos dicen que estoy loco....

Sin darse cuenta de ello se fué colocando poco á poco detrás de su amigo. ¿Qué es eso? dijo éste volviéndose. ¿Tienes miedo? ¡Qué harán entonces aquellos que van por allí! Y señaló con la mano un punto que apenas se divisaba en el horizonte. ¿Un barco? preguntó la joven con ansiedad. . ¡Pobrecitos!

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