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Actualizado: 16 de junio de 2025
Quedaos aquí, sin cometer faltas. El mejor día volverá este joven, y os examinará, y ya veremos, ya veremos cuáles son vuestros adelantos en la hermosa lengua latina. Don Román levantó la cabeza y agregó: Tú, Pancho Martínez.... Un mozuelo trigueño, vivaracho, de simpático aspecto, salió al frente. Mientras el niño acudía al llamado de su maestro eché una ojeada por el salón.
Era don Cayetano un viejecillo de setenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba, sin que se supiera a punto fijo por qué, la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque, según otros, más se parecía a una urraca, o a un tordo encogido y despeluznado.
El vejete había vuelto sin que él le viese llegar, surgiendo entre dos grupos, pequeño y vivaracho, como surge un diablillo de teatro del fondo de su escotillón. ¿Conoce usted al coronel?... Mañana se avistará con usted para el pago y los intereses. El príncipe le volvió la espalda sin otro saludo, dejando al usurero satisfecho de su laconismo descortés. Un gran señor no podía hablar de otro modo.
Salvatierra hablaba del vino como de un personaje invisible y omnipotente, que intervenía en todas las acciones de aquellos autómatas, soplando en su pensamiento, limitado y vivaracho como el de un pájaro; empujándolos lo mismo al desaliento, que a la desordenada alegría.
Después de casada, seguía mostrando la misma entrañable benevolencia hacia el género humano, si bien de un modo más sucesivo, esto es, un hombre después de otro o, a lo sumo, de dos en dos. Su marido era un mejicano rico con rasgos de indio en la fisonomía. Poco después que éstos entró en el salón Fuentes, un hombrecillo vivaracho, feo, raquítico, bastante marcado por las viruelas.
Mientras pensaba en el marido abstracto todo iba bien; sabía ella que su deber era amarle, cuidarle, obedecerle; pero se presentaba el señor Quintanar con el lazo de la corbata de seda negra torcido, junto a una oreja; vivaracho, inquieto, lleno de pensamientos insignificantes, ocupado en cualquier cosa baladí, tomando con todo el calor natural lo más mezquino y digno de olvido, y ella sin poder remediarlo, y con más fuerza por causa del disimulo, sentía un rencor sordo, irracional, pero invencible por el momento, y culpaba al universo entero del absurdo de estar unida para siempre con semejante hombre.
Monté a caballo y eché a andar. El criado, un mancebo vivaracho y listo, me miraba de hito en hito, como si dudara de mis aptitudes para la equitación. Cuando puse el pie en el estribo sonrió maliciosamente. Sin duda decía para sí: Este es un «cachalete».... Me avergonce. El mancebo me seguía a corta distancia.
Un portazo o un salto ligero entre la hierba interrumpía de vez en cuando el silencio monótono que reinaba en aquel solitario lugar: era una cabra, que acudía a rumiar al resguardo del viento. Al verme se detenía absorta, y quedábase plantada ante mí, con aire vivaracho, los cuernos en alto, contemplándome con ojos juveniles...
Hindenburg, que estaba limpiando un vaso, quedó con las manos inmóviles, sin sacar la servilleta de la cavidad de cristal. Ferragut fué á sentarse junto á una mesa vacía, con la espalda apoyada en la pared. Un criado, el único del establecimiento, acudió para enterarse de lo que deseaba, el señor. Era un andaluz pequeño y vivaracho, que sus andanzas habían traído á Barcelona.
Y créete que lo poco que hice tiene mérito, porque en mí es un sacrificio cualquier niñería de este género, mientras que en esa señora no lo es, por estar muy acostumbrada a revolverse entre enfermos y difuntos, como las hermanas de la caridad. Habías de verla. Y siempre con su carita tan sonrosada, y aquel pasito ligero y vivaracho.
Palabra del Dia
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