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Actualizado: 19 de septiembre de 2025


Era un Cristo muerto: la hendidura lívida del clavo atravesaba su diestra que reposaba sobre el descarnado pecho; las llagas enconadas de las espinas, vertiendo sangre aún, se veían en sus sienes; la boca entreabierta; amoratados los labios; los párpados caídos, aunque no cerrados del todo, dejaban ver sus ojos vidriosos y fijos.

Sus pálidos labios se contrajeron de nuevo, pero no brotó de ellos ningún sonido. Sus ojos vidriosos estaban fijos en con una mirada terrible y dura, como si hubiera estado esforzándose por decirme algo. Tal vez me estaba revelando el gran secreto, el secreto de cómo había resuelto el misterio de hacer fortuna y de poseer más de un millón de libras esterlinas, o tal vez me hablaba de Mabel.

Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y á lo largo de la ribera de piedra, puestas en fila, estaban las bestias á la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes agitadas por nerviosa inquietud; caballos de labor, fuertes pero tristes, cual siervos condenados á eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos á todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro.

Los tres se acercaron a la cama. El rostro blanco como un mármol parecía mirarlos con sus ojos vidriosos, medio cerrados, en los labios una sonrisa extática.

De pronto cayó en la arena, encogido como un gusano enorme de seda y oro. Cuatro mozos de la plaza tiraron torpemente de él hasta izarlo sobre sus hombros. El Nacional se unió al grupo, sosteniendo la cabeza del espada, pálida, amarillenta, con los ojos vidriosos al través de las pestañas cruzadas. El público tuvo un movimiento de sorpresa, cesando en sus aplausos.

La infeliz señora presentaba ya en su rostro los signos de la muerte, la palidez cadavérica, el afilamiento de la nariz, los ojos vidriosos y en torno de ellos un círculo oscuro, amoratado. A su lado y en pie estaba el sacerdote que la exhortaba a arrepentirse. Otras dos criadas contemplaban de más lejos con rostros asustados, más que doloridos, aquel cuadro lastimoso.

No me ha dejado terminar... Ha adivinado desde la primera palabra... Chichí se presentó, atraída por el grito, para ver cómo su padre se escapaba de los brazos de su esposa, cayendo en un sofá, rodando luego por el suelo, con los ojos vidriosos y salientes, con la boca contraída, llorando espuma.

¡Eh!, ¡eh! ¡Eduardito!... Detúvose un instante, miró y vino hacia . ¿Dónde va usted tan escapado, hombre de Dios? No lo , don Ceferino me respondió, posando sobre sus ojos vidriosos. ¡Tiene gracia! ¿Y se iba usted como si le faltase medio minuto para llegar a la cita? ¡Oh, si supiera usted, don Ceferino!... ¡Me están pasando unas cosas!... ¡Unas cosas!

No tengo la cabeza para cuentas, pero he calculado a la ligera lo que debo a los corredores, y ni con la tienda ni con mis fincas tendré para pagar la mitad. ¿Qué hago, Dios mío, qué hago...? Para comer tendré que pedir a algún compañero que me admita de dependiente; y esto, a la vejez, es para pegarse un tiro. Y Cuadros tenía los ojos vidriosos, faltándole poco para romper a llorar.

Desnoyers presenció cómo los artilleros los despojaban rápidamente de sus arneses, volteándolos hasta sacarlos del camino para que no estorbasen la circulación. Allí quedaban, mostrando su esquelética desnudez, disimulada hasta entonces por los correajes, con las patas rígidas y los ojos vidriosos y fijos, como si espiasen el revoloteo de las primeras moscas atraídas por su triste carroña.

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