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Actualizado: 7 de junio de 2025


Acaso Lope haya escrito lo y esté equivocada la Parte XIII. NARVÁEZ. Parte XIII. Corrección de Hartzenbusch. Como en el famoso juramento del Marqués de Mantua: "Juro por Dios poderoso, Por Santa María su madre... De no vestir otras ropas Ni renovar mi calzare."

Don Juan, la reina es mi hermana dijo profundamente doña Clara : ella en su alta posición y yo en la mía, al conoceros... oíd desde el principio, don Juan. Yo tenía una madre buena, amante, hermosa... venid... vais á conocer á mi madre. Doña Clara se levantó, tomó una bujía y precedió al joven. Pasaron por un aposento de vestir, y entraron en un dormitorio.

Los documentos de que se ha formado esta historia dicen que eran de becerro mate con caña de paño negro cruzada de graciosos pespuntes. «Me han costado tres duros pensó Isidora en los últimos peldaños . Con siete del vestido son diez; seis que di a doña Laura a cuenta, son dieciséis. Aún me queda para vestir a Mariano y ponerlo en la escuela. Después el tío me mandará más, y después...».

No afecta vestir traje aldeano, ni se viste tampoco según la moda de las ciudades; mezcla ambos estilos en su vestir, de modo que parece una señora, pero una señora de lugar.

Soltero, con alguna hacienda adquirida en los negocios de vinos, espléndido con las mujeres, ostentoso en el vestir dentro de su clase, aficionado á la broma y bureo, pero sosteniéndose siempre en los límites que marca la prudencia, esto es, sin pasar á la categoría de borracho ó perdido. Todos le conocían y en todas las clases se había granjeado simpatías por su carácter abierto y servicial.

Sus pies calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana, solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes.

Claro es que la levita es el símbolo; pero lo más interesante de tal imperio está en el vestir de las señoras, origen de energías poderosas, que de la vida privada salen a la pública y determinan hechos grandes. ¡Los trapos, ay! ¿Quién no ve en ellos una de las principales energías de la época presente, tal vez una causa generadora de movimiento y vida?

No poššeays oro, ni plata, ni dinero en vueštras bolšas: Ni alforja para el camino: ni dos ropas de veštir, ni çapatos, ni bordon: porque el obrero digno es de šu alimento. Y entrando en la caša, šaludalda: Y ši la caša fuere digna, vueštra paz vendrá šobre ella: mas ši no fuere digna, vueštra paz še bolverá

Mas con todo eso, hay en la extraña inmovilidad de sus ojos y en la fijeza de los rasgos de su fisonomía algo marmóreo y cadavérico que, irradiando sobre toda su persona, la comunica el sello de la vejez. Al mismo tiempo su modo de vestir es harto severo para un joven.

¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no qué hacer. Dios me protege, que si no... no sabes lo que es vestir siete hijas.

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