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Actualizado: 7 de junio de 2025


Los que no somos tuertos no debemos desconfiar todavía de llegar a tener nuestra estatua; pero, para adquirir una personalidad algo estatuaria, debemos dejarnos crecer la barba y vestir siempre de levita. ¿QUI

Con lo que lleva encima la criada había para vestir a cuatro mil pobres... El papá debe de haber robado mucho. Está gordo como un lechón... De consiguiente, que lo abran en canal... Tomemos por aquí a la derecha, para ir a la Casa de Fieras... Pero no entraré; estoy cansado de verlas. ¡Puño, cuánto coche! Allá va D. Melchor acompañando a dos niñas. , para ti estaban, bruto. Son las niñas de Pez.

¡Qué atrocidad!... ¡Programa! gritó don Víctor : al teatro dos veces a la semana por lo menos; a la tertulia de la Marquesa cada cinco o seis días, al Espolón todas las tardes que haga bueno; a las reuniones de confianza del Casino en cuanto se inauguren este año; a las meriendas de la Marquesa, a las excursiones de la high life vetustense, y a la catedral cuando predique don Fermín y repiquen gordo. ¡Ah! y por el verano a Palomares, a bañarse y a vestir batas anchas que dejen entrar el aire del mar hasta el cuerpo... ea, ya sabes tu vida.

No se limitaban á esto sus funciones: él pegaba carteles, complaciéndose sobremanera en vestir de colorines las esquinas de Madrid, coadyuvando de este modo á una de las grandes cosas de nuestro siglo, que es la publicidad.

Tercer encuentro: más calma; tejemaneje insignificante y anodino; sin embargo, la espada del vizconde roza la muñeca de Gómez. Se desnuda al español; no tiene nada; se le vuelve a vestir; se desinfectan las espadas. Cuarto encuentro: al esbozar una tímida agresión, el vizconde se pincha en la muñeca con la espada tendida de su compañero. ¡No se ha escapado esto a la mirada vigilante de Julio!

La soledad tantas veces deseada para su segunda visita le salió al encuentro. La ciudad muerta no tenía otros ruidos que el aleteo de los insectos sobre las plantas, que empezaba á vestir la primavera, y el correteo invisible de los reptiles bajo las capas de hiedra.

Tuve miedo de no poder dominar mi emoción por más tiempo y quise huir precipitadamente, sin una palabra de despedida. Cuando abrí la puerta, vi delante de a Marta. Allí estaba ella, descalza, a medio vestir, pálida como una muerta y temblorosa. No pudo hacer un movimiento; sin duda le faltaron las fuerzas.

El maestro le daria al aprendiz de comer, beber, vestir, casa y lecho, enseñándole á rezar y á decir oraciones bien y cumplidamente. Lunes 14 Septbre. 1495 .

Gracias a Crispina, doña Inés estaba al corriente de los noviazgos que había en el pueblo, de las pendencias y de los amores, de las amistades y enemistades, de lo que se gastaba en vestir en cada casa, de lo que este debía y de lo que aquel había dado a premio, y hasta de lo que comía o gastaba en comer cada familia.

En esta parte del periódico más antiguo de España he hallado una mina inagotable para sacar noticias del vestir, del comer, de las pequeñas industrias, de las grandes tonterías, de los placeres y diversiones, de la supina inocencia de aquella generación.

Palabra del Dia

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