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Actualizado: 7 de junio de 2025
Esto, Pánfilo, Roma te aconseja; No digan que de plumas que has hurtado Te has querido vestir, como corneja.
No; lo que le parecía realmente envidiable era el constante triunfar, el bien vestir, el hablar y oír cosas bonitas, el vivir, aunque fuese con existencia fingida, en un mundo más poético y extraordinario que el de la realidad. Cuando Cristeta cumplió los dieciocho años, ya estaban en ella perfectamente desarrolladas la hermosura y la afición al teatro.
La comida estaba dispuesta para los niños, porque los papás cenarían aquella noche en casa del tío Cayetano. Jacinta se había olvidado de todo, hasta de marcharse a su casa, y no supo apreciar el tiempo mientras duró la operación de lavar y vestir al Pituso.
Por último, y para tener siquiera alguna, se decidió a entrar en la Academia de Infantería: a la hora presente era alférez de este cuerpo, de reemplazo, sin vestir jamás el uniforme, que le parecía ridículo, viviendo en la corte como un señorito rico, gozando de todos los placeres y singularmente de los toros, que era su afición predilecta, casi una manía.
Nunca fue demasiado aficionada a las galas, pero de pronto se descuidó por completo en el vestir; le gustaban las flores y dejó de adornar con ellas su cuarto; deliraba por la música y pasó semanas enteras sin abrir el piano.
La elección de reyes, príncipes y emperadores la dejaron hasta conocer toda la partida que requiriese el argumento. En esta clase de espectáculos no visten y costean los trajes de las actrices sus familias y sí las que designa la junta, quien tiene un especial cuidado en dar de vestir á las casas más pudientes del pueblo.
En sus coloquios con Obdulia, Frasquito no cesaba de referirle su vida social y elegante de otros tiempos, con interesantes pormenores: cómo fue presentado en las tertulias de los señores de Tal, o de la Marquesa de Cuál; qué personas distinguidas allí conoció, y cuáles eran sus caracteres, costumbres y modos de vestir.
Pero Toledo compensaba lo escaso de la retribución con el placer de discursear sobre los tiempos felices de Felipe II, superiores á los presentes de liberalismo. Ahora sólo tengo una ambición, mi general terminaba diciendo : poder algún día vestir bien.
Paquita no se ponía tasa en el vestir elegante, ni en el lujo de mesa, ni en el continuo zarandeo de bailes y reuniones, ni en los dispendiosos caprichos.
Si las Cortes no salen adelante añadió Quintana lo deberán a la perfidia y mala fe de sus enemigos; pues estas majaderías de vestir a la antigua y convertir en sainete las más respetables cosas, es vicio muy común en los españoles de uno y otro partido.
Palabra del Dia
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