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Con una frase que conservo en la memoria, calificó Pez aquel carácter vanidoso, aquel temperamento inaccesible a toda pasión que no fuera la de vestir bien. Dijo este gran observador que era como los toros, que acuden más al trapo que al hombre.

Y volviéndose al anciano, añadió: ¿Sabe usted cuánto llevo perdido? ochenta mil nacionales, y tengo que pagarlos en las veinticuatro horas, y mujer e hijos que mantener, y un sueldo en una oficina que apenas me alcanza para comer y vestir. ¡Que venga, que venga el diluvio! ¡Ojalá! Bondadosamente, el viejo, un antiguo conocido, le hizo reflexiones, que le impresionaron.

Porque ella estaba triste, no era motivo para que él cambiase su manera de vestir. Luego, examinándose con sinceridad, descubrió que era otra la causa de su mal humor así como de las distracciones que había tenido durante la visita de Martholl.

Cuando se hubieron sosegado un poco, vinieron hacia él y le examinaron curiosamente. ¿Pero cómo diablo te ha dado la ocurrencia de ponerte así? ¿Te ha visto tu padre? No: me he ido a vestir a casa de un amigo: tengo allí el traje... Pues si te ve, de fijo le da un ataque. ¿Y a qué asunto te has vestido hoy de chulo? ¡Toma! ¿no sabes que se abre la temporada?

Chocolate crudo... ¡y poco que me gusta el chocolate crudo!... nueces... una cosa envuelta en un papel... ¿qué es? ¡Ah! ¡Madre de Dios!, un dulce.... ¡Dios Divino!, ¡pues a fe que me gusta poco el dulce! ¡Qué rico está! En mi casa no se ven nunca estas comidas ricas, Pablo. Nosotros no gastamos lujo en el comer. Verdad que no lo gastamos tampoco en el vestir. Total, no lo gastamos en nada.

¡Oh, no, general!... Permítame usted.... Y se empeñó una discusión sobre si el famoso tenor poseía o no poseía el arte escénico, si era o no elegante en su vestir. Las señoras se pusieron de su parte. Los caballeros le fueron adversos. Del tenor pasaron a la tiple. Es toda una hermosa mujer dijo el general con la seguridad y el acento convencido de un inteligente. ¡Oh! exclamó Calderón.

serás nuestro príncipe, y sea en tu mano esta ruina; 7 él jurará aquel día, diciendo: No tomaré ese cuidado; porque en mi casa ni hay pan, ni qué vestir; no me hagáis príncipe del pueblo. 8 Pues arruinada está Jerusalén, y Judá ha caído; porque la lengua de ellos y sus obras [han sido] contra el SE

Cuando las dos señoritas Lammeter entraron al salón de recepción, el que no hubiera conocido el carácter de cada una de ellas hubiera podido sin duda suponer que la razón que había inducido a Priscila, de acciones vulgares, retaca y mal hecha, a vestir un traje igual al de su linda hermana, era su ciega vanidad o la maliciosa ocurrencia de Nancy para realzar de ese modo su singular belleza física.

Su comedia sería de «animales», porque el lirismo de una obra poética no armoniza con el horrible prosaísmo de la indumentaria moderna; y por otra parte, es imposible vestir con trajes de los siglos XV ó XVI personajes que han de pensar y hablar modernamente.

Jamás habla con ella, y la obliga á vestir siempre de luto, y á dormir al lado del cadáver embalsamado del Paje; y para avergonzarla más, á comer en el féretro delante de todos los extranjeros, que visitan el castillo, y á beber en el cráneo de su pretendido amante.