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Actualizado: 28 de julio de 2025
Elige pronto: la bruja o yo...; pero luego no me vengas a casa babeando. ¡Cállese usted, so chupacharcos! gritó Frasquita, lívida de puro encorajada. ¿Escuchas?
»Ven, porque sólo á ti diré yo ese nombre, y eso muy bajo por temor de que lo escuchen las paredes: si cuando vengas he muerto, ese nombre bajará conmigo á la tumba. »Como podrá suceder que llegues tarde, porque mi mal se agrava extraordinariamente de momento en momento, permíteme que respecto á Juan te dé algunos consejos que podrán aprovecharte.
Y al despedirse, serena ya del todo y consolada en lo posible, dijo a la Villasis con intención marcadísima: Te advierto que yo sólo te he pedido que vengas mañana a casa... De lo demás que pudiera sobrevenir nadie me hará responsable, y puedes negarte sin miedo. Y añadió con tristísima sonrisa: Si yo estuviera en tu caso, haría lo mismo.
Anda, anda, hazte millonario en la Bolsa, y si quedas en pordiosero, no vengas a buscarme, porque lo que hará tu tío es reírse al ver lo bruto que eres. La ruptura con su tío entristeció a Juanito. No había conocido otro padre; y además, en sus cálculos de comerciante, siempre había figurado la esperanza de ser el heredero de don Juan.
Este es nuestro error principal; error al cual se debe nada menos que la vida del universo. Bueno, bueno: no me vengas con historias, ni con filosofías. Lo que te digo es que yo soy muy desgraciada. ¿Por qué? Porque me abandona... ¿no te lo he dicho? ¿no lo has oído? Me abandona, me deja sola. Vuelve a casa a las cinco y a las seis de la mañana; de día casi todos los días.
»Inesita no ha expresado, repito, el deseo de que vengas. Yo soy quien creo adivinar en ella este deseo, que tiene razón para sentir y no expresar. Ella no puede decir: «Venga usted a ver si me gusta y luego hablaremos: luego le diré que sí o le daré calabazas.» Esto, sin embargo, es lo razonable. »Por lo demás, yo nada tengo que censurar en tus planes, sino mucho que aplaudir.
Negociante necio, negociante mentecato, no te apresures; espera sazón y coyuntura para negociar: no vengas a la hora del comer ni a la del dormir, que los jueces son de carne y de hueso y han de dar a la naturaleza lo que naturalmente les pide, si no es yo, que no le doy de comer a la mía, merced al señor doctor Pedro Recio Tirteafuera, que está delante, que quiere que muera de hambre, y afirma que esta muerte es vida, que así se la dé Dios a él y a todos los de su ralea: digo, a la de los malos médicos, que la de los buenos, palmas y lauros merecen.
Esta escena ocurría en el gabinete, hallándose las dos cosiendo sus trajes de verano. No vengas ahora con lagrimitas que han de parecer de hipocresía. Porque yo digo una cosa. Óyeme atentamente». Doña Lupe dejó la costura y se preparó a hablar, como los oradores de profesión. «Yo me pongo en el caso de una mujer que siente una pasión antigua, con raigones muy hondos y que no se pueden arrancar.
Vámonos pa bajo.... Y cuidao con que te vengas al Muelle detrás de mí, que no tengo ganas de perendengues; y cuanto más solo esté uno, mejor.... Así como así, estoy yo tan sastifecho, que si me descuido con la escotilla se me va el alma de la bodega, ¡puño!... Andando, hijos míos.... Y el desventurado Tuerto se bajó para coger al menor de los muchachuelos, que le miraban llorando.
Lo mismo puede decirse de Bien vengas, mal, si vienes solo, cuyo enredo, en lo más esencial, puede condensarse en las palabras siguientes: Don Luis presencia una noche un desafío delante de su casa, de cuyas resultas uno de los dos combatientes cae en tierra con una herida mortal.
Palabra del Dia
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