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Actualizado: 11 de junio de 2025


Pero, eso fue para mi corazón una flecha que lo atravesó de parte a parte, tanto más, cuanto no me atreví a decírselo jamás a mi esposo ni a mi hijo; porque yo había sido colmada, durante mi infancia, de todas las bondades de aquella augusta casa, cuyo nombre habíame mi madre enseñado a venerar desde mi niñez.

Aconsejo á los hijos humildad, respeto, obediencia; más que obediencia; veneracion, una veneracion profunda y religiosa. Á los padres no se les debe únicamente obedecer, sino venerar; aconsejo á los hijos la veneracion; pero no aconsejo á los padres la violencia. El hijo debe obedecer; el padre debe aconsejar y persuadir. ¿No alcanzan el consejo, la persuasion, la súplica, el llanto, el enojo?

Sobre el enhiesto alminar del califa An-nasír se colocó por los años de 1278 la primera imágen del Arcángel S. Rafael que la gigantesca torre de la catedral levanta hoy á la region de las nubes, y que el devoto pueblo cordobés empezó desde entonces á venerar en cien monumentos como su Paladion tutelar contra las públicas calamidades. La causa segun la piadosa tradicion fué esta.

Guiado por el canónigo, visitó más iglesias que museos: teatros sólo vio dos, aprovechándose de la flojedad que las peripecias del viaje causaban en el carácter austero de su guía. Pasaban indiferentes ante las famosas obras artísticas de los templos y se detenían a venerar cualquier reliquia acreditada por absurdos milagros.

Y para ello, sin hacer pública la infamia de su madre y de aquél á quien debe venerar como á padre, ¿qué otro recurso tiene Clara sino entrar en un convento ó dar la mano á D. Casimiro? ¿Por qué, dirá V., ha de pagar Clara la falta que no cometió? Harto la pago yo, padre. Los remordimientos, la vergüenza, me asesinan. Pero Clara también debe pagarla.

Leopoldina comenzó a alborotar, conmovida a su manera, gritando que aquellos indecentillos eran unos ángeles del cielo, unos santos chiquititos a quienes era necesario venerar, y que en cuanto llegara a la corte había de enviarles a cada uno un par de medias negras, hechas por sus propias manos, con el estambre más fino que pudiera hallarse... Riéronse todos; Currita callaba, sin embargo, sintiendo un extraño enternecimiento que la humillaba y que se apresuraba por lo mismo a combatir, oponiendo a su benéfico influjo el parapeto del orgullo, del inquebrantable orgullo, que viene a ser en el alma como la fortaleza del mal... Aquellos tres novicios, aquellos tres Pedros Fernández en embrión, humillándose por caridad a una mendiga, hiciéronle comprender que aquel otro Pedro Fernández habría podido imponérsele por deber a ella, orgullosa Grande de España, y una luz súbita, semejante a la de un relámpago que ilumina a la vez que aterra, hízole ver claramente lo que antes sospechaba: que aquella carta, que aquella ofensa no venía de un desconocido, de un pobre fraile, de un Pedro Fernández; porque aquella puerta primera que se le cerraba en la vida, no era la puerta de Loyola, era la puerta de Dios...

Sentimientos tales, si bien se recapacita, no son extraños al alma de los más vulgares sujetos. Todos o casi todos los hombres tienen sed, tienen necesidad de venerar y de adorar algo. El espiritual, el sabio, el discreto, comprende con facilidad y adora a una entidad metafísica; a Dios, a la virtud o a la ciencia.

Si ese templo no es una exposicion de bellas artes, ¿á qué viene el nombre del artista? Si es un lugar de veneracion, ¿á quién tenemos que venerar sino al santo? El escultor pone tambien su nombre; es decir, pide su parte de devocion, de culto; reclama tambien su parte de limosna á la fe del creyente. El escultor quiere reinar al lado del héroe de la Iglesia.

El duque se dejaba venerar observándolos con mirada más socarrona que enternecida. Cuando volvían la espalda para irse, seguíalos con los ojos, bajaba los párpados lentamente, revolvía entre los labios la breva americana y se iba bosquejando en su rostro una sonrisa burlona que duraba todavía algunos segundos después de perderlos de vista. Las cosas siguieron en el estado de antes.

Hoy cerrado al culto, profanado, despojado, convertido en almacen de maderas, ofrece dificil paso á la célebre capilla de los mártires patronos de Córdoba este templo, cuyo pavimento cruzaba de rodillas desde la entrada un monarca tan prepotente como Felipe II cuando iba á venerar las santas reliquias de aquellos. Edificios árabes y moriscos.

Palabra del Dia

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