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Actualizado: 12 de junio de 2025
Si yo no hubiese cuidado el huerto, cuyos productos se vendían en la ciudad, nos habría sido imposible vivir. ¿Por qué la gente lleva toda su harina al molino de agua de los Felshammer, sin pensar que en los molinos de viento los pobres molineros necesitan vivir también? Esto es lo que nos decíamos a menudo; y mirábamos con odio vuestra casa... Pero he aquí que, de repente, llega Martín.
El exceso de sacerdotes era tal que las prebendas eclesiásticas más disputadas y con más artimañas que los empleos políticos en nuestros días se vendían para cuando ocurriera la vacante y hasta en 2.ª, 3.ª o 4.ª andana.
Abajo me acordaba de los argonautas españoles que en estos mares vendían los calzones por un vaso de agua tibia... ¡Y nosotros que bebemos fresco a todas horas!... Venga más hacia aquí, Ojeda; yo necesito calor y huyo de la sombra. Le molestaba un bote de la última cubierta suspendido sobre sus cabezas, que repelía el sol o le dejaba paso, siguiendo el lento vaivén del buque.
43 Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. 45 Y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él.
El dueño del convite, como para disculpar una mezquindad que en el fondo era positivo lujo, pues la producción era escasa y carísima, solía decir a sus convidados: caballeros, aceituna, una. Y así nació la frase. Ya en 1565 y en la huerta de don Antonio de Ribera, se vendían cuatro aceitunas por un real.
14 Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no raigas mis misericordias que hice en la Casa de mi Dios, y en sus guardas. 16 También estaban en ella tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en sábado a los hijos de Judá en Jerusalén.
Pensaban en las ciudades jóvenes del otro continente, y al fin vendían sus bienes o los regalaban a la familia, embarcándose para no volver más. Indignábase Pep contra la tenacidad de su hijo, que se empeñaba en continuar siendo payés. Hablaba de matarlo, como si lo viese en un camino de perdición.
Mientras tanto, los concurrentes se limitaban á hacer suposiciones sobre la fecha en que el tren empezaría á detenerse allí con regularidad, apostando cajones de botellas de champaña á favor de un mes ó de otro. Ciertos grupos conversaban aparte, sin sentirse atraídos por el baile ni por las mujeres agregadas al establecimiento del Gallego, en el que se vendían lo mismo el alcohol y el amor.
Era allí donde había comido una famosa «sopa marinesca» y donde se vendían las mejores ostras de Fusaro. A la derecha del camino se alzaba un edificio pretencioso y moderno, con el título del restorán en letras de oro.
Y con las gafas caladas iba deletreando la historia de cada héroe pecuario. «Diamond III, nieto de Diamond I, que fué propiedad del rey de Inglaterra, é hijo de Diamond II, triunfador en todos los concursos.» Su Diamond le había costado muchos miles; pero los caballos más gallardos de la estancia, que se vendían á precios magníficos, eran sus descendientes. Tenía más talento que algunas personas.
Palabra del Dia
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