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Actualizado: 12 de junio de 2025


La segunda circunstancia fué la estimacion que le dió el pueblo donde quiera que estuvo, y particularmente en esta corte, donde en oyéndole nombrar los que no le conocian se paravan en las calles á mirarle con atenzion, y otros que venian de fuera luego le buscavan y á vezes le visitavan solo por ver y conocer la mayor maravilla que tenia la corte, y muchos le regalavan y presentavan alhajas, sin más título que el de ser Lope de Vega, y si llegava á comprar cualquiera cosa de mucha ó poca calidad, en saviendo que era Lope de Vega, se la ofrezian dada ó se la vendian con toda la cortesía y baja de valor que les era posible; la terzera es notable que dieron en Madrid, más de veinte años antes que muriese, ese dezir por adagio á todo lo que querían zelebrar ó alavar por bueno, que era de Lope, los plateros, los pintores, los mercaderes, hasta las vendedoras de la plaza, por grande encarezimiento, pregonavan fruta de Lope, y un autor grave, que escribió la historia del señor D. Juan de Austria, para levantar de punto la alavanza, dijo de uno que era capitan de Lope, y una muger, viendo pasar su entierro, que fué grande, sin saver cuyo era, dijo que aquel era entierro de Lope, en que acertó dos vezes

Se vendían en la gran ciudad los venenos consoladores profusamente, y las desesperadas, sin fuerzas para volver y sin esperanza en el porvenir, entregábanse a ellos, contrayendo horrorosas enfermedades. Las más expertas del grupo convenían en sus apreciaciones. Buenos Aires, una buena plaza de negocios para la que supiera guardar franca la salida. Una ratonera mortal para la que se quedaba dentro.

Cuando el tren paraba en las solitarias estaciones del trayecto, ella bajaba a conversar con las "cholas", descalzas, andrajosas, que le vendían empanadas, caña de azúcar y santitos de barro pintados de rojo. La impresionó, sobre todo, una escena religiosa en la montaña.

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