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Al cabo, una gran luz argentada bañó súbitamente toda la campiña. La luna había aparecido entre dos nubes, bella y esplendorosa como una virgen que abre las ventanas de su aposento. Mas apenas hubo echado una mirada curiosa a nuestra comitiva, cuando los nubarrones se estrecharon, poniendo venda a sus ojos y dejando a la tierra triste y sombría.

Al grito del chico y al ruido que produjo su caída acudió la gente; le levantaron y le prestaron los primeros socorros, estancándole la sangre con telas de araña y poniéndole un pañuelo a guisa de venda. Mientras se llevaron a cabo estas operaciones, no dejó de murmurarse, aunque en voz baja, de la brutalidad del cura.

¡Viene! exclamó Golfín, participando del terror de su enferma. Es él dijo Florentina, apartándose del sofá y corriendo hacia la puerta. Era él. Pablo había empujado la puerta y entraba despacio, marchando en dirección recta, por la costumbre adquirida durante su larga ceguera. Venía riendo, y sus ojos, libres de la venda que él mismo se había levantado, miraban hacia adelante.

Lavaste, Elvira, unos paños, Que nunca blancos volvías, Que las manos que ponías Causaban estos engaños; Yo, detrás destos castaños, Te miraba con temor, Y vi que amor, por favor, Te daba a lavar su venda: El cielo el mundo defienda, Que anda sin venda el amor. ¡Ay, Dios! ¡Cuándo será el día, Que me tengo de morir, Que te pueda yo decir: ¡Elvira, toda eres mía! ¡Qué regalos te diría!

, Juan Claudio, todo va bien..., estoy contenta; pero mire usted al camino: ¡qué matanza! Es la guerra respondió gravemente Hullin. ¿Y no habría medio de ir abajo a recoger a ese chico..., que nos mira con sus hermosos ojos azules, ¡Qué lástima me da de él!..., o a ese otro moreno que se venda la pierna con un pañuelo?

La primera figura que se ofreció á los ojos de Don Quijote, fué la de la misma muerte con rostro humano; junto á ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; á los pies de la muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas; venía también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión ni celada, sino un sombrero de plumas de diversos colores: con éstas venían otras personas de diferentes trajes y rostros.

La primera figura que se ofreció a los ojos de don Quijote fue la de la misma Muerte, con rostro humano; junto a ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; a los pies de la Muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas.

Era preciso humillarlo: esto no era malo; era un juego; siempre se empieza jugando. Cómo se acaba no lo diré; pero así acabó Adela, como se acaba siempre. La mala suerte de mi amigo quiso que entre tanto marido como llega a una edad avanzada diariamente con la venda de himeneo sobre los ojos, él sólo entreviese primero su destino, y lo supiese después positivamente.

El caballo marino la sangría, cuando se siente cargado de sangre, abriéndose la vena con punta de caña que le sirve de lanceta, y el barro de venda, revolcándose en él, con lo que cierra la cisura.

36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada. Y él les dijo: Basta. 39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.