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Actualizado: 3 de junio de 2025
Les basta encerrarse en su inmenso dolor, lanzarlo en tristes estrofas al rostro de la ingrata, para que ésta desfallezca bajo el más terrible de los castigos.... Estaba decidido: abominaría del mundo y sus «vanas pompas»; se retiraría a un desierto, sería fraile, pero no como aquellos barbudos, malolientes y zarrapastrosos que iban por las calles, alforjas al cuello, sino con arreglo a figurín: frailecillo blanco y melancólico, vestido con franela fina, la cruz roja al pecho y los ojos en alto, como si filase el lamento tierno, interminable, de las almas heridas: una fiel imitación de Gayarre en el último acto de La Favorita.
Morandro, al que es buen soldado Agueros no le dan pena, Que pone la suerte buena En el animo esforzado; Y esas vanas apariencias Nunca le turban el tino, Su brazo es su estrella y signo, Su valor sus influencias; Pero si quieres creer En este notorio engaño, Aun quedan, si no me engaño, Experiencias mas que hacer, Que Marquino las hará, Las mejores de su ciencia, Y el fin de nuestra dolencia Ser bueno, ó malo sabrá.
Con bolas, flechas, dardos y macanas, La guerra aquí se hizo lacrimosa: El Cristiano que vé sus fuerzas vanas, Y ser la resistencia peligrosa. Dejando su miseria en las sabanas, Los pies pone el que puede en polvorosa, Y al bergantin se acoge de corrida, Por escapar si puede con la vida.
Sin esta última no hay conocimiento; sin conformidad no hay verdad, el conocimiento es una pura ilusion á que nada corresponde, y el entendimiento humano es continuo juguete de vanas apariencias. No puede negarse que hay en este problema dificultades gravísimas, quizás insuperables á la ciencia del hombre mientras vive sobre la tierra.
¿Lo ve usted? Pues esto me van diciendo todos los diputados que me han pedido el voto de diez años a esta parte. ¡Ya! Promesas vanas. Como las de usted. ¡Hágame usted más favor, señor mío, que yo soy una persona de formalidad! Que el día en que sea diputado tendrá cien mil cosas en qué ocuparse, más formales que este pobre camino. Cuando yo doy una palabra...
3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a los santos; 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias. 6 Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7 No seáis pues compañeros con ellos;
ABIND. Su historia me mueve. Pero dime, Alborán, así los cielos Te dejen ver el fin de tu esperanza, Y lo que quieres bien gozar sin celos; Ansí en el campo la gallarda lanza Y en la plaza tu caña sea famosa, Y el Rey te dé su Alhambra en confianza; Ansí de amiga cara o dulce esposa, Si dellos tienes esperanzas vanas, Alcances hijos, sucesión dichosa; Y dellos, en moriscas africanas, Los nietos, que colgados de tu cuello, Con tiernas manos jueguen con tus canas Ansí primero veas su cabello Nevado que tu muerte, y lleno acabes De fama y años, que Alá puede hacello, Que me digas, pues sé yo que lo sabes, Si soy yo Bencerraje, y si deciendo De los que alabas y es razón que alabes, O, como por ventura estoy temiendo, Soy hijo del alcaide de Cartama, Puesto que la verdad del alma ofendo; Que por la fe que el noble estima y ama, De guardarte secreto eternamente.
La joven contestó con voz glacial, haciendo que las palabras se destacaron sonoras, una después de otra: Mis sentimientos personales no importan: ningún sentimiento, ningún deber, nada importa cuando se ha llegado a comprender el deber. La vida de los demás, nuestra propia vida, el honor, los afectos, todas las cosas vanas deben ceder ante él.
MARINO. Veo que esta noche estás expansivo. ¿Me permites que te haga vanas preguntas? PROCLO. Haz las que se te antojen. Si me es lícito, contestaré. MARINO. Pues con tu venia: ¿qué nos trae aquí desde el fondo del Asia, donde estabas estudiando los más oscuros ritos y misterios del Oriente, y desentrañando su oculto sentido? ¿Es capricho de tu alma o mandato de un numen?
Unas le parecían tontas, coquetas, feas, sin gracia; otras, aunque bellas, superficiales y vanas; algunas, buenas muchachas, pero de «mala rama», como decía la enferma, esto es, de familias desconceptuadas e incorrectas; cuales simpáticas, pero de mala educación; cuales bien educaditas, pero vanidosas y muy pagadas de su letra menuda. ¡La educación! decía ¡la educación antes que nada!
Palabra del Dia
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