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En una palabra, ¿no tiene usted miedo? ¿Miedo? ¿Y de qué? De viajar sola, expuesta a que algún individuo ordinario le falte al respeto. ¿Sola? Naturalmente. Esté usted seguro que, si yo diese una voz, todas las personas que ocupan el vagón, se lanzarían a un tiempo y harían pasar un mal rato al cobarde que pretendiese insultar a una mujer.

Diez minutos despues de alejarme de aquel monumento que es el orgullo del poder industrial de Inglaterra y el mas noble testimonio de su cosmopolitismo civilizador, arrastrado en el fondo de un vagón por ese huracán de hierro que se llama locomotiva, sentía esa sensación vaga que nos queda siempre en la memoria después de un sueño magnífico.

Cuando los rayos del sol naciente le despertaron por la mañana en el vagón, lo primero que vio, antes de abrir los ojos, fue un huerto de naranjos, la orilla del Júcar y una casa pintada de azul, la misma que asomaba ahora, a lo lejos, entre las redondas copas de follaje, allá en la ribera del río. ¡Cuántas veces la había visto en los últimos meses con los ojos de la imaginación!...

Fírmale el recibo, ¿quieres? y sacando del chaleco un montón de moneditas las dio al mensajero, diciéndole: Toma... para ti y se dirigió al telégrafo, mientras Ricardo, apoyado en la pared exterior de un vagón, escribía en el recibo del telegrama de Clota, este nombre: «Melchor Astul».

Una pacificadora serenidad emana de las húmedas selvas, de vez en cuando interrumpidas por anchos vallados en que la mirada se refresca como en un baño de verdor... El inspector general ha cerrado la carpeta del expediente y la ha metido en su valija. Después vuelve a la ventanilla del vagón y apoyándose de codos en ella respira con avidez el fuerte olor de la tierra refrescada por la lluvia.

Por eso estaba tan alegre Bettina el 14 de junio, a mediodía, al subir al tren que debía conducirla a Longueval. Apenas se vio sola en el vagón con su hermana, exclamó: ¡Ah, cuán contenta estoy! Respiremos un poco. ¡Sola con vos durante diez días, qué suerte! pues los Norton y los Turner no vendrán hasta el 25, ¿no es así? , el 25.

En este pueblo subieron al vagón muchos viajeros, y pude observar que los vecinos del lugar hacían preparativos para abandonar sus hogares. La población estaba alarmadísima. Pocos minutos después de salir de Songo, el silbato de la locomotora nos indicó que nos aproximábamos á una estación. Pregunté al conductor, y me respondió que íbamos á llegar á La Maya.

El hombre reflejado allí no está tan alejado de la elegancia de aquellos que antes envidiaba. Se sonríe con burla. Empezó a comprender por qué atraía la atención de aquella joven del vagón; este éxito se lo debo a mi nuevo sastre.

Por ella terminaba allí mismo la amistad. Es fácil que volvamos á vernos dijo lacónicamente . Sólo las montañas no se encuentran. La joven había sido más explícita, nombrando el hotel de la ribera de Santa Lucía en que estaba alojada. De pie en el estribo del vagón, las vió alejarse, tal como las había visto aparecer en una calle de Pompeya.

Antes de partir el tren, el empleado del vagón sabía ya el motivo que ha arrancado á la duquesa de su castillo cerca de Londres, haciéndola atravesar París de estación á estación. Va á Brindis me ha dicho para recibir el cadáver de su nieto, un aviador que acaba de morir en los Dardanelos. Algo entrada la mañana salgo al pasillo. Los vidrios de las ventanas están opacos á causa del frio exterior.