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Sin duda por esta causa, son muchos los que hacen el viaje hasta la Ciénaga ó Luyanó, después de despedirse de amigos y familiares con los ojos arrasados por las lágrimas, y gritando desde la plataforma que telegrafiarán, en cuanto lleguen á Songo. Un caballero de aspecto pacífico y eminentemente mercantil es el que primero rompe el fuego, con estas palabras, que nos dejan sorprendidos.

Después hizo una nueva parada el convoy en la estación de El Cristo, y allí se tomó mucho pasaje, particularmente mujeres, niños y norteamericanos. En El Cristo cambié yo de tren, y pocos minutos después corría en dirección al destruido poblado. Pocos eran los pasajeros que conmigo hacían el triste viaje, y hasta Songo fuí solo.

También he recibido dos caballos tomados el uno en el potrero de Enrique Tomás, y otro en la finca "Filipina". Y para su constancia le firmo el presente. En Patria, Derecho y Libertad, á 29 de Mayo de 1912. El Jefe del Estado Mayor, Isidoro Santos Carrero. La Gloria. Municipio de Alto Songo. Oriente Cuartel General del Ejército Reivindicador de la República Cubana en Campaña Campamento La Gloria.

Largo rato permanecieron ambos oficiales en las oficinas telegráficas, enviando y recibiendo mensajes, y durante ese tiempo, y á fuerza de preguntar, logré saber que una partida rebelde estaba incendiando el poblado de La Maya, y que se habían comunicado órdenes al comandante Julio Sanguily, que con su columna se hallaba en las inmediaciones de Songo, de acudir inmediatamente al pueblo atacado.

Así se hinchan todas las cosas por aquí. Por las lomas que rodean los pueblos de Songo y La Maya, hay una clase de negros que solo pueden compararse con los que hacen la vida primitiva en medio de las espesuras de las selvas africanas.

A un dependiente del establecimiento de Celedonio Gómez le dijo Ivonet las siguientes palabras: "Dile á Pablo Correoso, que lo estoy buscando para darle machete. Hoy ha sido La Maya; pronto les tocará á Songo y El Cristo".

En este pueblo subieron al vagón muchos viajeros, y pude observar que los vecinos del lugar hacían preparativos para abandonar sus hogares. La población estaba alarmadísima. Pocos minutos después de salir de Songo, el silbato de la locomotora nos indicó que nos aproximábamos á una estación. Pregunté al conductor, y me respondió que íbamos á llegar á La Maya.