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Actualizado: 20 de julio de 2025
¡Oh Aarón, hijo mío! ¿habíais estado allí? dijo Silas . No os había advertido, porque cuando Eppie me habla de algo me abstraigo por completo en lo que dice. Pues bien, sí, si vos me vais a ayudar a cavar, tanto más pronto le haremos un pequeño jardín. Entonces, si os parece bien, yo vendré esta tarde a las Canteras.
Veis cómo vuelven las espaldas y salen de la ciudad, y alegres y regocijados toman de París la vía. ¡Vais en paz, oh par sin par de verdaderos amantes! ¡Lleguéis a salvamento a vuestra deseada patria, sin que la fortuna ponga estorbo en vuestro felice viaje! ¡Los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los días, que los de Néstor sean, que os quedan de la vida!
Vais a pasar por una prueba suprema, Marta, y tiemblo al pensar que os falten las fuerzas necesarias. ¿Qué nuevo dolor me espera? No importa, mi valor no sucumbirá. ¡Fatales ilusiones! suspiró la campesina . Sois tan dichosa en poder saborear el amor de vuestra hija, que lo olvidáis todo y no hacéis más esfuerzo para librarla de su triste esclavitud.
¡Por Dios! señorita, yo soy quien debe agradecer... ¡Oh! no me interrumpáis... vais a enredarme, y no sabré salir del paso. Además, sostengo que nosotras debemos agradeceros a vos; pues llegamos aquí como dos extranjeras, y en el acto tuvimos el placer de encontrar amigos, sí, amigos.
Roussel, Herminia y Mauricio, de pie delante de la mesa, se miraban estupefactos, aterrorizados, mudos. Por último Mauricio, como si no creyese á sus ojos, se inclinó hacia el jardín y buscó al espectro. Pero no vió más que un coche de alquiler que se colocaba delante de la verja, esperando á la terrible visitante. ¡Es ella! dijo por fin Roussel en voz baja. ¡Vais á ver! ¡Oh!
Esperad; puesto que vais á ser mi esposa... ¿Qué?... En la carta que habéis leído, se habla de las alhajas de mi madre; aceptadlas como vuestro dote, señora... Y el joven se metió la mano en el bolsillo. Después, muy después dijo doña Clara ; ahora, puesto que entrambos queremos unirnos, venid.
¿Adónde demonios vais tan de prisa? gritaba el cazador a los pastores cariacontecidos . ¿No tenéis vosotros confianza en las proclamas de los rusos y de los austriacos? Los campesinos, de mal humor, le respondían: ¡Sí, sí; ríase usted de las proclamas! ¡Ya sabemos lo que ahora valen!
El no necesitaba probar su coraje. Si vivía era de milagro, gracias a celestiales intervenciones, a que Dios es bueno, y a las oraciones de su madre y la pobrecita de su mujer. Había visto la cara seca de la Muerte como pocos la ven, y sabía mejor que nadie lo que vale el vivir. ¡Si creéis que vais a tomame er pelo! decía mentalmente mientras contemplaba a la muchedumbre.
Vamos, que es para pegarte le contestó doña Lupe . ¡Tomarla así con la pobre Papitos!... Mira, cuando te den manías, échame a mí toda la culpa. Yo sé desenvolverme y probar mi inocencia. Y ahora, ¿por qué no os vais los dos a dar un paseíto por el Retiro? Hasta las nueve no hace calor; la mañana está deliciosa. Fortunata apoyó esta proposición, pero él no tenía ganas de salir.
No, señor; no habléis en eso, Que vuestra será la culpa: Yo sé la mujer que tengo. ¿A dónde vais? A la puerta. ¡Qué ciego venís, qué ciego! Por aquí habéis de salir. ¿Conoceisme? Yo os prometo Que á no conocer quién sois, Que bajáredes más presto; Mas tomad este arcabuz Ahora, porque os advierto Que hay en el monte ladrones Y que podrán ofenderos Si, como yo, no os conocen; Bajad aprisa.
Palabra del Dia
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