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Actualizado: 20 de julio de 2025


Miraba á su primo con satisfacción. ¡Cómo le querían! ¿eh? ¡Cómo sentían la necesidad de no dejarlo solo, resarciéndole de la antigua frialdad! ¡Oh, la familia!... Hasta á Urquiola alcanzaba su gratitud. No podía permanecer indiferente con aquel muchachón que le llamaba tío á boca llena, extendiendo á él su lejano parentesco con la señora. Además le protegía en sus deseos de enfermo.

Este animal viene indudablemente por Pepita decía Aresti, á quien interesaba Urquiola como un ejemplar raro de egoísmo y brutalidad. Y se fijaba en su sobrina, la cual, á pesar de las insinuaciones de la madre, mostraba más inclinación por Sanabre, el ingeniero de los altos hornos, que por aquel pariente cuya petulancia y descaro parecían intimidarla.

Entreteníala Urquiola con las minuciosidades de la vida de cada Padre, enumerando sus méritos: uno había viajado por países salvajes; otro sabía seis idiomas; el de más allá tocaba el violín como un ángel ¡y todos tan modestos, durmiendo en celdas pobres de una pulcra curiosidad, dejando por las noches en una bolsa, colgando de la puerta, las ropas y los zapatos que limpiaban los fámulos, y vestiéndose al romper el día, para emprender su santa obra!... Vivían con cierto desahogo, pero por ninguna parte se veían las riquezas de que hablaban los impíos. ¡Y todos humildes y amables, olvidados por completo de su brillante pasado, y eso que los había entre ellos que habían sido grandes en el mundo!

¡Ah, el populacho! ¡Con qué asco hablaba Urquiola de la masa sin voluntad que se dejaba arrastrar por falsos sabios, de pretendida ciencia! Se indignaba pensando en la ceguera de aquel rebaño, que en los conflictos de la miseria se revolvía contra los sacerdotes y especialmente contra los jesuítas.

Los otros se citan para la tarde en las iglesias y se enseñan los revólvers en los rincones de las sacristías. El Padre Paulí predica, hace tiempo, que hay que morir por la fe: el zascandil de Urquiola anda arengando á la juventud salida de Deusto, para que mate en nombre de Dios.

No creas que tengo un interés especial en que sea Urquiola quien haga feliz tu vida. Tal vez tu mamá lo defienda con más tenacidad que yo, pues de su sangre es y conoce sus méritos. Por , si no es ese, que sea otro. De sobra los hay en la juventud brillante, esperanza de la patria y de la religión, que sale de Deusto.

Urquiola ocultó con una sonrisa de superioridad desdeñosa la turbación y desconcierto de su pensamiento ante las palabras del doctor. De aquello no le habían hablado en Deusto ni una palabra, y colérico por lo que consideraba una derrota, deseoso de salir del paso como en sus trabajos electorales, con arrogancias de valiente, lamentaba la presencia de Sánchez Morueta.

Pero aun así, su moral, una moral para la tierra, sin sanciones celestes, encaminada al bienestar positivo de los humanos, tenía forma. Yo dijo Aresti con sencillez adoro la Justicia Social como fin y creo en la Ciencia como medio. Urquiola rompió á reír con una carcajada insolente. ¡La ciencia! ¡La moderna ciencia de los revolucionarios y los impíos! Ya sabía él lo que era aquello.

Urquiola, herido por este sarcasmo, hizo un movimiento como si fuese á caer sobre el doctor, pero se repuso inmediatamente.

Basta que doña Cristina afirme que todo es mentira para que él lo crea: basta que el Padre Paulí le diga que Urquiola será un grande hombre para que él escuche impasible sus necedades y bravatas de cabecilla. ¡Ay, Luis! ¡Qué dominación tan rápida y absoluta la de esa gente!...

Palabra del Dia

gallardísimo

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