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Actualizado: 20 de julio de 2025


Aresti volvióse hacia su primo, que comía silencioso, lanzando alguna que otra mirada al sobrino de su mujer. ¿Qué te parece, Pepe, cómo piensan estos jóvenes? Y encarándose con Urquiola, le dijo con una timidez irónica, dando á entender su deseo de rehuir discusiones con él. Pues esa pillería venida de... España; ese rebaño maketo y pecador, es el que trabaja y da prosperidad á Bilbao.

El jesuíta la comparó en una reunión de señoras con las mujeres fuertes de la Biblia y con un sinnúmero de santas, todas princesas ó consejeras de reyes. «Con señoras tan valerosas, pronto volverá el reinado de Jesús sobre la tierraUrquiola era otro panegirista que en las reuniones de jóvenes católicos ensalzaba, entre risas, la gran treta que su tía había jugado á aquel marido gigantón con cara de vinagre.

Ella sólo apreciaba dos cualidades, como las únicas respetables en el mundo: una gran fortuna ó un nombre histórico, relacionado con las glorias del país vasco y de la religión.... Además, ingeniero de Dios continuó el doctor: tienes que luchar con Fermín Urquiola, que también parece que anda tras de la chica, no si por impulso propio ó empujado por la madre.

Urquiola había dado un abortivo á aquella infeliz que vivía en los barrios altos y era su amante, sufriendo en silencio una esclavitud de miseria y de golpes, enamorada sin duda, de la fachenda del atleta y de su petulancia nobiliaria.

Porque éste no pone los ojos en ellas; porque saben que hace tiempo se siente inclinado hacia , con el amor honesto y respetuoso de un joven cristiano. Las que te hablan contra él, es porque te tienen envidia. Después de este hábil halago á la vanidad de la joven, continuó con una expresión de bondad y tolerancia: Yo no digo que Urquiola sea un santo.

La señora animaba al joven con sus ojos para que entablase una discusión con el médico. Urquiola habló de la gran peregrinación á la Virgen de Begoña, que preparaban todas las personas decentes de Bilbao para el mes de Septiembre.

Su acólito Urquiola hablaba de la batalla de la tarde con aires de caudillo. Algunos mostrábanse desconsolados por la idea de que pudiera suspenderse la romería. Al fin, era un suceso que amenizaba la vida monótona y gris de la población. Aresti no dudaba de que se verificase.

Doña Cristina admiraba á su sobrino viendo el afecto con que le trataban los Padres, cómo le hacían partícipe de sus proyectos en bien de la religiosidad del país. Era casi una pasión lo que sentía por Urquiola. Cuando la visitaba, veía en él al representante de aquellos sacerdotes tan queridos, que de este modo indirecto entraban en su hogar.

La esposa del millonario se sublevaba cuando oía hablar de las calaveradas de Urquiola, queriendo negarlas y acabando por defenderlas con repentina bondad. ¡Descarríos de la juventud y malos ejemplos de los muchachos que no habían sido educados en Deusto! Pero su fondo era bueno y aquello pasaría. Urquiola estaba reservado para altos destinos, ahora que se mezclaba en las luchas políticas.

Tal vez por no contrariar á su mujer. Puede que algunas veces haya tenido el llamamiento en la punta de la lengua y no se atreva... Ya sabes que el Capi es muy franco. Allí no te quieren: te tienen miedo. Hasta creo que el oficioso Urquiola ha metido en la casa á un médico de su cuerda. Pero el pobre Pepe piensa en .

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