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No concurrían á ellas más que hombres y en vano algunas señoras de la alta sociedad, atraídas por los relatos que oían, quisieron ser invitadas. Se mantuvo la consigna y los secuaces de Epicuro que frecuentaban la casa del magistrado no vieron turbada su tranquilidad por la intervención de las mujeres.

La credulidad, la confianza que le he mostrado, me impiden hablarle alto... No puedo, a pesar de todo, pedirle que se case conmigo si él no lo desea o si no encuentra que soy un buen partido para su ambición. Luciana le dije turbada en extremo. Temo no poder cumplir una misión tan delicada; no sabe usted lo tímida que soy. Su bondad de usted la inspirará.

Y no fueron, á la verdad, infundados sus temores, pues el caballero acercóse á ella, volviendo á reiterar sus pretensiones con violenta y turbada actitud, causándole tal explosión de enojo y cólera el verse, como en otras tantas ocasiones, rechazado, que allí mismo tiró de la daga y con ella se avanzó á la mujer, hiriéndola gravemente en el hermoso rostro, causa de sus desazones y de sus inquietudes.

Me hallo, como bien lo ves, totalmente turbada con lo que acabas de decirme... pero no te engañas acerca de la causa de mi emoción... Experimento sorpresa... gratitud... Siento muchísimo responder con una negativa a la generosa demanda del señor de Pierrepont... al honor que me dispensa... pero, como te he dicho, mis ideas van por otro camino... otros son mis sentimientos, y no pienso alterarlos.

Ricardo, no seas curioso..., anda..., vámonos. El Menino no está aquí. La niña se sentía turbada por la atención del joven. Todas las mujeres bien nacidas tienen el pudor de su cuarto, si vale la frase; porque hay siempre en él como impregnado algo de lo íntimo de su alma y de su cuerpo que repugna mostrar a un hombre.

26 El que me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Al que me sirviere, mi Padre le honrará. 27 Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora; mas por esto he venido en esta hora. 28 Padre, clarifica tu Nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y lo he clarificado, y lo clarificaré otra vez.

Oyendo esto la turbada señora, soltó los chapines, y desalada y corriendo salió a la sala adonde había dejado a Preciosa, y hallóla rodeada de sus doncellas y criadas, todavía llorando; arremetió a ella, y sin decirle nada, con gran priesa le desabrochó el pecho y miró si tenía una señal pequeña, a modo de lunar blanco, con que había nacido, y hallóle ya grande; que con el tiempo se había dilatado.

Habiendo quedado ésta en silencio algunos instantes, un jovencito escuálido, de pelo rubio y ojos tiernos, se atrevió a levantarse, y con voz turbada pidió permiso a D.ª Fredesvinda para leer una poesía que había escrito en su honor.

Salía en esto Dorotea de su aposento, y tras ella doña Clara, toda turbada; y, llamando Dorotea a Cardenio aparte, le contó en breves razones la historia del músico y de doña Clara, a quien él también dijo lo que pasaba de la venida a buscarle los criados de su padre, y no se lo dijo tan callando que lo dejase de oír Clara; de lo que quedó tan fuera de que, si Dorotea no llegara a tenerla, diera consigo en el suelo.

¿Qué tienes, hija mía? volvió á decirla el piadoso viajero, dando más dulzura á su palabra y á su ademan. La muchacha, con el rostro encendido, llorando todavía á despecho suyo, balbuceó: Quiero ser monja. ¿Sabes, repuso San German, los sacrificios, las virtudes, el olvido y la fe que te reclama el estado á que aspiras? Yo no nada, contestó la muchacha, turbada aún.