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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
Rezaba el cura, y a lo lejos parecían contestarle las ventanas del salón, bocas de luz que lanzaban arpegios de piano y trinos de romanza. Las oraciones fúnebres hablaban de la tierra, materia original, del polvo al que retornamos, del gusano compañero miserable de nuestro último sueño.
No hay en mí desnudez que ella no compense con sus brillantes galas, no derramo una lágrima que ella no recoja con amor para fecundar mi vega, no exhalo un acento de dolor á que ella no conteste con la dulce voz de las brisas, el murmullo de las aguas y los melodiosos trinos del ave que canta en la enramada. ¡Gracias mil te sean dadas, naturaleza bienhechora! tú, tú eres mi reina y mi consuelo.
Flora presta sus galas á Chiprina; Reluce Febo en la celeste esfera, Y en la noche callada La casta diosa á su pastor dormido, Con trémulo fulgor, besa extasiada. Del techo antiguo á suspender su nido Ha vuelto ya la golondrina errante; Dulces trinos difunde Filomena; El mar se calma, el cielo se serena; Sólo Céfiro amante, Oreando la hierba en los alcores.
Yo canto un poquito, no como una tiple, sujeta a puntuación musical, a corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas, sino como un jilguero que saluda a cada aurora con trinos distintos emitidos por su pico improvisador. Por mi parte, cuando mejor comprendo a mi marido es al mirarme en silencio, a hito mudo. Una mirada así expresa mejor lo inexpresable que toda expresión hablada.
Todos los individuos de este cuerpo que conocían a Guillermina, la obedecían como al mismo gobernador. Total, que el piano tuvo que salir pitando, y sus arpegios y trinos se oían después perdidos y revueltos, como si alguien estuviera barriendo sus notas por la calle de Toledo abajo. Llegó el momento hermoso y solemne.
Yo quiero panderetas, yo quiero cascabeles, quiero trinos de pájaros y ruido de caireles, yo quiero la alegría de los días de sol, quiero la chillería de la niñez dichosa, y en medio del concierto de este bullicio humano una salva de aplausos por mis primos hermanos. Ya sólo falta un acto, Y ese os toca a vosotros concluir.
En la orilla opuesta de aquélla a la que Poldy se había acercado, se alzaba un obscuro y ruinoso torreón. Todo el terreno que circundaba la laguna era húmedo y vicioso. Las emanaciones palúdicas habían ahuyentado las aves de aquel sitio. Las aves no le alegraban con sus trinos y gorjeos como hacían en otros lugares del mismo bosque.
Me apuesto con el más pintado a sentir honda y poéticamente la gala de las fértiles praderas, la lozanía de los verjeles, el apartamiento silencioso de los sotos umbríos, el aire embalsamado por el aroma de las violetas, la sierra pedregosa cubierta de tomillo y romero, el blando murmullo de los arroyos, los amorosos gorjeos del ruiseñor, el lánguido arrullo de la tórtola y los trinos alegres con que las aves saludan a la blanca aurora cuando abre con dedos de rosa las puertas del Oriente.
Los tristes pajarillos gorjearon durante algunos minutos uno o dos trinos plañideros, emprendiendo luego el vuelo hacia la parte de Saint-Point, delante de nosotros.
«¿Qué dices tú, chiquitín de la casa?... gloria mía... A ver, ¿tiene el niño mucha hambre...? ¡Ay qué pico me abre este hijo!». Y los trinos ensordecían la casa. Con verdadero ahínco, Maximiliano seguía torneando en su cabeza las ideas de la noche anterior. «La mataré a ella y me mataré después, porque en estos casos hay que poner el pleito en manos de Dios. La justicia humana no lo sabe fallar».
Palabra del Dia
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